por Ricardo Sánchez
El resultado más visible tras las manifestaciones masivas a favor de la reforma migratoria comprensiva por todo el país en el 2006 ha sido el incremento de la presencia militar en la frontera, aprobación de parte del Congreso de la construcción de una valla de 700 millas de largo entre los Estados Unidos y México, y un Congreso estadounidense más tentativo y nervioso.
Los opositores a la reforma temen la implementación de una amnistía general para las personas a quienes consideran ser “infractores de la ley”. Es probable que esta sola diferencia de opinión cause que de nuevo no haga nada el Congreso sobre la reforma migratoria este año, sin importar lo bulliciosas o grandes sean las manifestaciones.
Desafortunadamente, en medio del debate se pierden las vidas y los futuros de niños y jóvenes adultos inocentes. Si continúa paralizada la reforma migratoria, lo que más temo es mirar los ojos de jóvenes con educación y talento cuyo único “delito” ha sido obedecer a sus padres cuando cruzaron la frontera. Muchos llegaron de bebés.
No obstante, existe una solución pendiente en el Congreso que cuenta con fuerte respaldo bipartita, la ley American DREAM (HR 1275). Una medida similar en el Senado ha recibido amplio apoyo desde el republicano Orrin Hatch de Utah, hasta el demócrata Ted Kennedy de Massachusetts.
Si se aprueba, la ley American DREAM otorgaría estadía legal tempora a estudiantes indocumentados destinados a la universidad quienes hayan vivido en los Estados Unidos al menos cinco años. Al completar un mínimo de dos años de universidad, estarían aptos a solicitar el estatus legal permanente.
Mientras que son más y más los estudiantes de este calibre que se gradúan de nuestras escuelas de secundaria – algunos con honores, otros como valedictorios de su último año – viven un conflicto. Así se gradúen de la universidad, no se les permitirá trabajar.
Un estudiante, con un promedio de 3,7 (de 4) en la secundaria, me escribió recientemente estar “sin esperanza de un futuro”.
A pesar de los obstáculos, algunos continúan con sus estudios, recibiendo títulos universitarios, preparados a enseñar en nuestras escuelas o hacerse abogados, ingenieros y doctores. Sin embargo, a menos que cambien las políticas migratorias, no tienen por qué solicitar empleo, al menos no como profesionales.
La mayoría de nosotros no sabemos de las prácticas migratorias permisivas y manipuladoras que han facilitado que las industrias de bajos sueldos, como la agricultura, durante décadas emplearan un flujo constante de trabajadores indocumentados.
Por ejemplo, cuando agentes del servicio de inmigración realizaron redadas en los internacionalmente aclamados campos de cebollas de Georgia en junio de 1998, el periódico Washington Post Weekly del 13 de julio, 1998, reportó que un par de agricultores en una granja se mantuvo firme, largando a los agentes federales de sus tierras.
“La bien-publicitada confrontación, y socorros de los agricultores de cebollas mandaron a dos legisladores republicanos de Georgia corriendo a casa de Washington, D.C., para frenar al Servicio de Inmigración y Naturalización…
En meros días el servicio acordó en no interponerse en la cosecha de este año”, reportó el Post.
Cuando se realizaron redadas similares durante la cosecha del cerezo en el estado de Washington, el periódico, The Tacoma News Tribune del 8 de junio, 1997, reportó que se unieron tres miembros de su delegación ante el Congreso a los agricultores para quejarse de las “tácticas demasiado entusiastas” y “demasiada actividad de parte del Servicio de Inmigración y Naturalización”.
Es así como los “legisladores de primera” de esta nación intervienen para proteger a las industrias que dependen de un flujo constante de mano de obra barata. Y nosotros, como consumidores, nos hemos beneficiados todos por lo que pagamos los precios más bajos por nuestros productos agrícolas de cualquier otra nación industrializada del mundo.
La aprobación del Congreso de la ley American DREAM sería un importante primer paso hacia rectificar un sistema de inmigración malogrado, fácilmente manipulado. La gran mayoría de ciudadanos norteamericanos aplaudiría al Congreso por demostrar que cuenta con la sabiduría, el valor y la compasión por hacer lo que se debe por los miles de jóvenes estudiosos quienes no infringieron nuestras leyes por voluntad propia.
Al aprobar la ley American DREAM, el Congreso podría probarse a sí mismo que el progreso es posible en este tema de inmigración aparentemente intratable. Ofrecería el ímpetu necesario para dejar de lado las maniobras partidarias que amenazan con negar el progreso sobre la reforma migratoria comprensiva.
Para llevar al Congreso a este nivel, las manifestaciones en las calles no harán la diferencia. Pero una llamada o mensaje electrónico al Capitolio de individuos que comprenden lo central de asunto probablemente lo harán.
Para beneficiarnos a todos, a ningún joven estudioso educado en los Estados Unidos tendría que quedarse “sin esperanza de un futuro”. Hispanic Link.
(Ricardo Sánchez es director del Latino/a Educational Achievement Project, una organización a nivel estatal, con base en Seattle. Comuníquese con él a: rsanchez@leapwa.org).