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¡Come CARNE! Un estudio revela que los niños necesitan consumir más proteína animal para su supervivencia y desarrollo.

por Willow Tohi

  • 20/04/2025 / Un estudio pionero revela que la proteína animal es crucial para la supervivencia y el desarrollo infantil, mientras que las proteínas vegetales promueven la longevidad en adultos mayores de 60 años. Los nutrientes esenciales presentes en los productos animales (p. ej., proteínas completas, hierro y zinc) favorecen el crecimiento infantil, mientras que las dietas vegetales reducen el riesgo de enfermedades crónicas en adultos mayores.
  • Un análisis de 101 países (1961-2018) muestra que una mayor ingesta de proteína animal reduce la mortalidad infantil, pero una menor ingesta de proteína animal en la vejez se correlaciona con una mayor esperanza de vida. La ingesta de grasas sigue un patrón similar: beneficiosa para los niños, pero perjudicial para las personas mayores.
  • Los jóvenes necesitan proteínas animales ricas en nutrientes para su crecimiento físico y cognitivo, mientras que las personas mayores se benefician de antioxidantes vegetales, fibra y dietas bajas en grasas. El modelo estadístico, controlado por factores económicos y demográficos, refuerza los efectos proteicos específicos de la edad. El estudio aboga por la modificación de las fuentes de proteínas a lo largo de la vida, equilibrando la supervivencia infantil con la salud durante el envejecimiento y la sostenibilidad ambiental.

Un estudio pionero desafía la sabiduría nutricional convencional al revelar que la ingesta óptima de proteínas cambia drásticamente con la edad. Publicada en Nature Communications, una investigación dirigida por la Universidad de Sídney concluye que los niños necesitan más proteína animal para sobrevivir, mientras que los adultos mayores de 60 años experimentan una mayor esperanza de vida con dietas ricas en proteínas vegetales. Los hallazgos, basados ​​en datos de 101 países durante casi seis décadas, subrayan la necesidad de directrices dietéticas que tengan en cuenta la edad en el contexto de los esfuerzos mundiales por la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.

Necesidades de la infancia versus años dorados

El estudio, dirigido por el Dr. Alistair Senior y Caitlin Andrews, analizó los registros de suministro de alimentos y mortalidad de 1961 a 2018. Encontró un marcado patrón dependiente de la edad: los niños pequeños prosperaron en regiones con mayor disponibilidad de proteína animal, lo que se correlaciona con tasas de mortalidad más bajas antes de los cinco años. Los nutrientes esenciales de origen animal, como las proteínas completas, el hierro y el zinc, favorecen un crecimiento rápido y el desarrollo inmunitario, señalaron los investigadores.

«En las primeras etapas de la vida, la proteína animal parece desempeñar un papel irremplazable», afirmó Senior. «Su perfil completo de aminoácidos es crucial durante las etapas de intenso crecimiento físico y cognitivo». Esto se mantuvo a nivel mundial, incluso en países en desarrollo donde la supervivencia infantil sigue siendo una prioridad.

Sin embargo, más allá de la mediana edad, el paradigma nutricional cambia. Los adultos mayores de 60 años en países con un suministro predominante de proteínas vegetales (como legumbres, frutos secos y cereales) tenían una mayor esperanza de vida. Estas dietas, combinadas con una menor ingesta de grasas, se relacionaron con un menor riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares. «A medida que envejecemos, nuestros cuerpos pueden beneficiarse más de la fibra, los antioxidantes y los diversos micronutrientes presentes en las fuentes vegetales», afirmó Andrews.

Datos globales revelan décadas de tendencias nutricionales.

El equipo de investigación empleó modelos estadísticos avanzados para controlar las variables económicas, demográficas y temporales, aislando así los efectos de las fuentes de proteínas en la mortalidad. Descubrieron que reducir el consumo de proteína animal después de la infancia se correlacionaba con una mejor supervivencia en la edad adulta, mientras que una ingesta baja de proteína total perjudicaba la salud en todas las edades.

Curiosamente, la ingesta de grasas reflejó la tendencia de la edad: las dietas ricas en grasas mejoraron la supervivencia infantil, pero empeoraron los resultados en las personas mayores. «Esto sugiere que las prioridades nutricionales no se limitan a la proteína, sino que se alinean con los cambios metabólicos a lo largo del ciclo vital», observó Senior.

Los conjuntos de datos del estudio, que abarcan más de 4,000 registros específicos por país, año y sexo, pusieron de relieve paradojas centrales en los debates nutricionales modernos. Por ejemplo, los países ricos con poblaciones envejecidas podrían realizar una transición sostenible hacia dietas basadas en plantas sin comprometer la longevidad. Por el contrario, las regiones en desarrollo que abordan la mortalidad infantil deben garantizar que las proteínas animales accesibles, como los huevos y los lácteos, sigan siendo alimentos básicos.

Equilibrio entre salud y sostenibilidad

Los hallazgos tienen importantes implicaciones para la salud pública y las políticas ambientales. Dado que la preocupación por el clima impulsa un cambio global hacia dietas basadas en plantas, el estudio advierte contra un enfoque único. Los países deben equilibrar los objetivos ecológicos con las necesidades nutricionales específicas de cada edad, garantizando que los niños reciban suficiente proteína animal y orientando a los adultos mayores hacia opciones basadas en plantas.

«La conclusión no es eliminar la carne, sino distribuir estratégicamente las fuentes de proteína según las etapas de la vida», afirmó Andrews. Los países en desarrollo, por ejemplo, podrían necesitar subsidios o programas para que la proteína animal sea asequible para las poblaciones vulnerables. Mientras tanto, los países ricos podrían incentivar políticas basadas en plantas adaptadas a las dietas de las personas de mediana edad y mayores.

La investigación también refuerza el llamamiento a la creación de políticas específicas para cada región. Senior señaló: «En países donde las proteínas vegetales ya son predominantes, como Japón o Italia, observamos tanto longevidad como sostenibilidad. Pero en lugares que dependen de las exportaciones con un alto contenido de proteína animal, se necesitan transiciones graduales y equitativas».

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