por la Universidad de Michigan
ANN ARBOR, Michigan.— La Gran Depresión tuvo un aspecto positivo: durante los tiempos duros la expectativa de vida en Estados Unidos, de hecho, aumentó en 6,2 años, según un estudio de la Universidad de Michigan publicado en la edición actual de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
La expectativa de vida subió de 57,1 años en 1929 a 63,2 años en 1932, según el análisis de los investigadores de la UM, José A. Tapia Granados y Ana Diez Roux. El incremento ocurrió tanto para los hombres como para las mujeres, y al igual para blancos y no blancos.
“Las conclusiones son firmes y contrarias a lo que uno intuiría”, dijo Tapia, el investigador principal del estudio, que trabaja en el Instituto de Investigación Social (ISR). “La mayoría de la gente presume que los períodos de alto desempleo son dañinos para la salud”.
Para el estudio los investigadores usaron datos históricos de expectativa de vida y de mortalidad y examinaron las vinculaciones entre el crecimiento económico y la salud de la población para el período entre 1920 y 1940. Encontraron que si bien la salud de la población, en general, mejoró durante los cuatro años de la Gran Depresión y durante las recesiones de 1921 y 1938, la mortalidad subió y la expectativa de vida bajó durante los períodos de fuerte expansión económica, tales como 1923, 1926, 1929 y 1936-37.
Los investigadores analizaron tasas de mortalidad específicas por edad, y las tasas vinculadas con seis causas de muerte que componían aproximadamente dos tercios de la mortalidad total en los años 1930: enfermedades cardiovasculares y renales, cáncer, gripe y neumonía, tuberculosis, heridas en accidentes de tránsito y vehículos automotores, y suicidios. Las vinculaciones entre el mejoramiento de la salud y los bajones económicos fue la misma para todos los grupos de edad, y para cada una de las causas principales de muerte, excepto una: el suicidio. Aunque la investigación no incluyó el análisis de las causas posibles para estas pautas, Tapia y Diez ofrecen algunas explicaciones posibles acerca de por qué las tendencias de salud de la población tienden a mejorar durante las recesiones pero no durante las bonanzas económicas.
“Las condiciones de trabajo son muy diferentes durante las expansiones y durante las recesiones”, dijo Tapia. “Durante las expansiones las firmas están muy ocupadas, y típicamente demandan mucho esfuerzo de los empleados a los que se les pide que trabajan mucho tiempo adicional y que trabajen a ritmo más rápido. Esto puede crear estrés, el cual está asociado con mayor consumo de alcohol y tabaco. También puede ocurrir que sean contratados trabajadores nuevos sin experiencia, por lo cual son más comunes las lesiones. Y la gente que trabaja mucho quizá duerma menos, lo cual como se sabe tiene implicaciones para la salud. Otros comportamientos vinculados con la salud, como la dieta, también pueden empeorar durante las expansiones económicas”.
En las recesiones, señaló Granados, hay menos trabajo de forma que los trabajadores laboran a un ritmo más lento. Hay más tiempo para dormir y como la gente tiene menos dinero, es menos probable que gasten tanto en alcohol y tabaco. Además, las expansiones económicas están vinculadas con incrementos en la contaminación atmosférica la cual tiene efectos, bien documentados, de corto plazo sobre la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Otras razones por las cuales los períodos de expansión económica puedan ser malos para la salud incluyen los aumentos en el aislamiento social y el deterioro del apoyo social que, típicamente, ocurren cuando la gente trabaja más.
Los investigadores señalaron que su estudio examinó la relación entre las recesiones y la mortalidad para la población, como un todo, y no los efectos individuales de la pérdida de empleo. De hecho, sus resultados muestran que los períodos lentos de actividad económica pueden tener efectos beneficiosos en general para la población, aún si el quedarse sin empleo tiene consecuencias adversas para la salud para una persona determinada. “La ciencia social no es física”, dijo Tapia. “Pero las regularidades en el pasado nos permiten un cierto grado de confianza en la predicción del futuro. La experiencia histórica nos dice que no debe esperarse un deterioro particular de la mortalidad como consecuencia de una recesión, más allá del aumento en los suicidios, lo cual aunque es claramente importante, tiene una magnitud menor comparada con el número reducido de muertes por otras causas”.
Otros estudios sugieren que la relación entre la salud de la población y los ciclos económicos pueda estar debilitándose, al menos en Estados Unidos y Japón, donde el fenómeno de karoshi –la muerte repentina por exceso de trabajo entre los asalariados japoneses—ilustra dramáticamente los peligros de la vida en tiempos de bonanza económica.
Aún así Tapia espera que un mejor entendimiento de los efectos beneficiosos de las recesiones sobre la salud pueda contribuir al desarrollo de políticas económicas que realcen la salud y minimicen, o amortigüen los impactos adversos de las expansiones económicas. Y advierte que las conclusiones sugieren, asimismo, que los servicios de prevención de suicidio –a menudo afectados por los recortes de presupuesto durante los períodos de dificultades económicas—son más importantes en estos tiempos.