lunes, noviembre 25, 2024
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Desplazándome por el tiempo sobre una hoja de lechuga

por Marisella Veiga

EVERGLADES City, Florida – Tuve una comida perfecta en un ambiente perfecto y no fue en un restaurante cubano en Miami, donde fui a pasar varios días.

Es allí donde voy por la comida que me sacia el alma – comiendo con familia y amigos, hablando español y aprendiendo más sobre las culturas latinas en aquella ciudad vibrante.

No obstante, la comida celestial a la que me refiero es nativa de las áreas costeñas del sureste de los Estados Unidos: filete de mero fresco, ennegrecido, con una raja de limón encima. Los platitos acompañantes eran sencillos, una ensalada de repollo con guarnición de tomates con argollas de cebolla vidalia sobre una hoja de lechuga.

El pescado fresco es maná del cielo. Y a $7.95 la porción, fue un regalo que se me hizo durante mi semana reciente en tierra salvaje. Estaba en un pueblo pesquero de las 10.000 islas de la costa suroeste de la Florida.

“Las 10.000 islas son un lugar mágico”, dijo mi amigo Jorge Lara, uno de mis otrora estudiantes de inglés. Ahora es bombero en el condado Collier y ha sido pesquero ávido durante años.

“A veces, cuando estoy de pesca en el Golfo, más allá del cayo Hog, si me paro sobre la proa de la lancha y agarro con precisión el viento, pues, tengo paz”.

“Eso es trascendencia”, le dije. “Es un sorbito de lo que nos tocará en el cielo”.

Y la trascendencia – una paz perfecta – es lo que hallé sentada en una mesa de pic-nic, una de las muchas al lado del muelle en City Seafood, un restaurante y mercado. Todas las mesas de este establecimiento informal dan al río Barron.

Giraban los ventiladores del techo. Pequeñas lanchas aéreas de una concesión cercan pasaban zumbando cargado turistas. Se oía la melodía de la música campestre. Las rosas desérticas en macetas estaban en plena floración. Lola, la cachorrita faldera de 3 mesas del propietario, estaba en su corral, esperando que pasaran los clientes y que la alzaran en brazos.

Richard Wahrenberger es dueño de City Seafood. Compró la propiedad en 1985, estableciendo allí el restaurante en 1999.

Wahrenberger comenzó a pescar cangrejos cuando vio en la playa unas trampas que el mar había arrojado donde vivía, en Treasure Island, cerca de St. Petersburg. Copió el diseño de la trampa y se construyó seis.

Con el tiempo el número aumentó a seis mil. También tenía lanchas para pescar mero, pargo y a veces pez espada. Con el tiempo, porque le gustaba la cocina y tenía buen paladar, aprendió a administrar un restaurante.

Pescado fresco, cerveza helada, comer al lado del muelle, un anfi trión amable y capaz, puedo hacer lista de los elementos que contribuyen a esos momentos de trascendencia en City Seafood. Pero si arrojo más allá mi red, tengo que mencionar los lazos culturales históricos que tiene el área con Cuba.

Por lo visto, pescadores cubanos establecieron ranchos pesqueros en estas ­islas comenzando en los 1600 y terminando en los 1850. Llegaron por el salmonete, que era abundante, que salaban al estilo de los españoles y los portugueses con el bacalao. Se vendía la pesca en La Habana, ya que había demanda de pescado durante la cuaresma.

Tim England, administrador del Museum of the Everglades, y David Southall, conservador de Educación en el Collier County Museum en Naples, fueron los que se tomaron en tiempo de instruirme en la historia de mi gente. Al hacerlo, me hicieron sentirme más en casa en este pueblito pesquero.

Es un lugar donde, durante siglos, los cubanos y los indígenas norteamericanos y los africano-americanos y los europeos han estado viviendo, pescando y comiendo al aire libre bajo el enorme cielo de los pantanos de la Florida. No es de sorprenderse que me sienta en casa. Hispanic Link.

(Marisella Veiga, de San Agustín, Florida, es escritora e instructora universitaria. Comuníquese con ella a: mveiga@bellsouth.net).  © 2009

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