por Antonio González
El Presidente Obama está a punto de tener un dolor de cabeza, mientras se desvanecen las esperanzas de una solución democrática a la crisis de Honduras. Si el derrocado Presidente Manuel Zelaya, quien fue democráticamente electo en 2005, no regresa pronto al poder en este país de Centroamérica dependiente de EE.UU., una rebelión popular es inevitable. Podría seguir la guerra civil.
Los analistas latinoamericanos temen que fuerzas extremistas intenten más golpes de estado en Guatemala, Ecuador y Bolivia, dada la apariencia de apoyo tácito de Washington al golpe.
La positiva reacción inicial por parte del Presidente Obama, reunida al denunciar el golpe se ha desvanecido, mientras el gobierno del golpe asoma su nariz al mundo, cierra los medios y reprime violentamente a los manifestantes.
Aunque de manera reticente, Washington, D.C., está al centro de este dilema debido a las décadas de lazos entre este país y la elite de Honduras.
En la reciente cumbre entre México, Estados Unidos y Canadá, Obama condenó a los críticos que defendían una política más agresiva de EE.UU. para restituir al Presidente Zelaya en el poder. Obama declaró, “…las mismas fuerzas que condenan la intervención en América Latina ahora quieren que intervengamos en Honduras. No puede ser de ambas formas”.
Pero los llamados clasificados para que este país honre sus propias políticas como la intervención es erróneo But classifying calls for this country to honor its own policies as intervention is wrong. Nadie quiere que tropas norteamericanas o fuerzas representantes marchen hacia el interior.
Las críticas del presidente son exactas en que él ha solamente aplicado leyes parcialmente/tardíamente que ordenan recortar las ayudas a los países que derrocan a gobiernos electos.
Ridículamente, nuestro Departamento de Estado todavía no ha declarado que ocurrió un golpe, dejándonos aislados en el mundo con una política de medio golpe. La Organización de Estados Americanos, la ONU y la Unión Europea entre otros han tomado posiciones más claras y duras hacia la dictadura militar de dos meses.
En la práctica, la suave política de Obama de apoyar los débiles esfuerzos de mediación del Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, ha dado al gobierno golpista un
espacio para sobrevivir a los partidarios de Zelaya. Sin duda, el efecto de facto de la política de Obama permite al gobierno golpista de hacer tiempo hasta noviembre, cuando una evidentemente preparada elección de “demostración” mantendrá a un rump gobierno en el poder. Ya Brasil, México y Colombia han declarado que no apoyarán a ningún “gobierno” hondureño, que resulte de las elecciones de “demostración”.
Hay varias repercusiones si la situación sigue deteriorándose. Las fragilizadas relaciones entre EE.UU. y América Latina empeorarán, incluso más si se intentan otros golpes en otros países.
La “calle” hondureña está radicalizándose. Antes del golpe, el Presidente Zelaya tenía bajos niveles de aprobación. Hoy él es el héroe de un creciente movimiento que recientemente movilizó a 300,000 manifestantes. Si el golpe continúa, comenzará la rebelión armada. Las dictaduras llevan a un fl ujo masivo de refugiados. Ya hay informes sobre campos de entrenamiento de rebeldes en la frontera de Honduras con Nicaragua.
El Presidente Obama puede ill soportar otra desilusión entre los latinos de EE.UU. ahora que pospuso la reforma inmigratoria hasta el próximo año. Qué explica la mala jugada del Presidente Obama?
Primero, estaba ocupado con la crisis económica interna y el Medio Oriente. Segundo, su actitud inicial y más correcta hacia el golpe fue pronto modifi cada por un bajo interés del Departamento de Estado hacia el Presidente Zelaya.
En esencia, la reticencia de EE.UU. para sacar a los golpistas hondureños refl eja las preocupaciones respecto de las tendencias revolucionarias en América Latina, con las que estaba de acuerdo el depuesto Zelaya.
Es un serio error estratégico que perseguirá a Obama si no lo corrige pronto. No importa lo que uno piense sobre las revoluciones cívicas en lugares como Venezuela, Bolivia, Ecuador y hasta hace poco Honduras, son elegidas democráticamente, no violentas y populares, y representan un largo anhelo de cambio.
Obama debiera comprometerse con los esfuerzos de Latinoamérica para desarrollarse a través de modelos creados en casa y alternatvos. Ningún análisis serio puede defender las políticas occidentales económicas inspiradas por EE.UU. que claramente no han logrado brindar progreso para la fuerte población de 400 millones de América Latina durante la generación pasada.
Cómo puede Obama enderezar su curso? Simple, él debería recibir públicamente al Presidente Zelaya—algo que todavía tiene pendiente. El Estado debería declarar que ha ocurrido un golpe e inmediatamente recortar toda la ayuda al gobierno de-facto, recolectar los activos de EE.UU., y junto con los aliados más cercanos (Canadá, Colombia, México, Panamá, Perú) emitir un plazo público para que los golpistas dejen el poder ahora y reciban amnistía. Si no, anunciar que tarde o temprano sus conspiradores serán juzgados por crímenes de los que son claramente culpables.
Los golpistas huirán en semanas, los hondureños y latinoamericanos respirarán con alivio y el Presidente Obama será alabado por liderar el regreso a la democ-
racia y la justicia. Hispanic Link.
(Antonio Gonzalez es presidente del William C. Velasquez Institute en Los Angeles. Correo electrónico: media@wcvi.org).