Los casos de abuso se dispararon durante la pandemia. Según los expertos, los programas de prevención y reconciliación deben involucrar tanto a los abusadores como a los sobrevivientes
por Jenny Manrique
Servicios de medios étnicos
Cuando era niña, Tina Rodríguez fue víctima de violencia doméstica y abuso sexual y llamó repetidamente al 911 para denunciar el maltrato de su padre contra su madre y sus hermanos. Sus ataques no solo le causaron serios trastornos alimentarios, sino también un trauma profundo que solo sanó después de años de terapia familiar. Sin embargo, este camino de curación llevó a un desenlace inesperado: con el tiempo, Rodríguez se reconcilió con el hombre que destruyó su infancia.
Como parte de su trabajo con sobrevivientes de agresión sexual, Rodríguez ha invitado a su padre a compartir su experiencia con otros abusadores sobre lo que significa el castigo en el sistema de justicia penal. Pero lo que él considera más doloroso que la cárcel es lidiar con el daño causado a su propia familia.
«Existe una brecha en la responsabilidad cultural tanto para aquellos que han sido afectados por problemas de ira o impulsos violentos y la incapacidad de controlarlos, como para aquellos que han sido víctimas de violencia doméstica», dijo Rodríguez durante una conferencia organizada por Ethnic Media Services.
«Dependemos de la educación para la prevención y la intervención de los sistemas (criminales) que han ayudado a crear dolor, y luego queremos mantenernos atrapados en ese dolor … Necesitamos responsabilizarnos culturalmente de educar a nuestros jóvenes sobre la violencia doméstica y la prevención, «, agregó el defensor, quien hoy se desempeña como gerente de California para Sobrevivientes del Crimen por la Seguridad y la Justicia.
Directora ejecutiva del Asian Pacific Institute on Gender-based Violence con sede en Atlanta, que ha representado a cientos de clientes de violencia doméstica. «Es importante conciliar el uso de los servicios sociales, en lugar de los sistemas implementados con respaldo criminal».
Sin embargo, estos recursos son menos accesibles para los inmigrantes debido a las barreras del idioma o los matices culturales que en ocasiones obligan a las víctimas a permanecer en situaciones de violencia para evitar “avergonzar a la familia”. La pérdida de puestos de trabajo durante la pandemia también ha aumentado la dependencia financiera de la pareja abusiva, en situaciones en las que los inmigrantes sobrevivientes no son elegibles para recibir beneficios por desempleo.
Un problema social
El padre de Rodríguez pagó una pena de prisión por el abuso infligido a su familia, luego de lo cual accedió a participar en un proceso de justicia restaurativa que ella calificó de «brutal», lleno de discusiones «francas y vulnerables».
“Aprendí que, como yo, él también luchó con la ideación suicida”, dijo Rodríguez, para quien estos encuentros no solo la ayudaron a sanar, sino que también la inspiraron a liderar un programa de prevención de la violencia doméstica en la Prisión Estatal de Valley.
“La sociedad tiene asignaciones de género y asume que se espera que los hombres sean los proveedores del hogar”, observó Rodríguez. “Nadie habla sobre el tipo de presión para un hombre negro que, ya sea que tenga una educación universitaria y sea altamente calificado, es excluido de unas cinco entrevistas debido al color de su piel … la ira proviene del trauma de ser oprimido y excluido de las oportunidades de ser proveedora”, agregó. Este artículo se acortó por falta de espacio.
