by José de la Isla
Mi opinión sobre un informe de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, el cual afirmó que para el año 2042 las llamadas «minorías», en gran parte hispanas, se volverían la «mayoría», suscitó una vertiente de respuestas perturbadoras que se extendieron desde la Nueva Inglaterra hasta California. Para mí el tema es irrelevante – en parte por lo que el matrimonio entre grupos étnicos será el que mediará y formará enormes gradaciones entre uno y otro grupo.
Un lector dijo sin ambages, «Quiero dejar en claro que no soy, que yo sepa, racista, ni guardo malos sentimientos contra ningún grupo» sin embargo, le preocupaba «mi población blanca en declive».
Ay, ay, ay, sí que tenemos largo camino que recorrer para desarrollar una alternativa a la conciencia fundamentada en la raza. Hasta con la posibilidad de percibir el amor en la narrativa nacional, muchas personas respetuosamente optan por no participar.
Es cuando se aferran creencias como ésta, que cuesta luego sacarlas, así como cuesta sacarse un pedazo de carne de entre los dientes.
Puede servir un poco de hilo dental estadístico.
La Oficina del Censo había reportado que la población actual de 305 millones subirá a 400 millones en el 2039 y a 439 millones para el 2050. Las cifras fueron noticia a mediados de agosto por la inferencia que ocurriría una transformación en la población por el año 2042, cuando los negros, en un 15 por ciento aproximado, y los asiáticos, en un 9 por ciento, junto con los hispanos formarían una mayoría nacional.
Cierto número de lectores entendieron con esto que los que perdían eran los blancos. Que era inminente un declive nacional; tal vez una especie de tribulación.
Tuve noticias de una señora del sur de California, quien conectó esta tendencia en la población a su propia situación: «Tengo un nieto hispano.veo y oigo mucho sobre las actitudes de los hispanos contra los americanos, y no es nada bonito».
Me pareció sorprendente que una abuela tuviera dificultades al definir la actitud de su propio nieto como hispano, en vez de una actitud «americana» frente otra «americana».
Dado el que la mayoría de los hispanos son de raza mestiza – sin ir lejos dos-tercios tienen «sangre blanca» — ¿por qué no sacar la conclusión de que los hispanos están llegando a rescatarnos al infundir nuevos genes a la población en general? En términos estadísticos, podrían añadir 29 millones a la población «blanca».
¿O es que la raza sea el solo objetivo? Una vez contaminada, ¿se puede purificar?
La verdad es que cualquier tipo de enumeración es sencillamente tonto. Implica un racismo subyacente. Así ocurrió cuando la Constitución creó tres-quintos de una persona, o cuando la política llevara a determinar un número cuántico de la sangre para decir quién es indígena norteamericano, y hoy el hipotético hispano blanco e hispano no-blanco.
De lo contrario, la gente ha estado tomando decisiones sobre el futuro de la población sobre otro fundamento. Hace diez años, 70 por ciento de los adolescentes blancos, 86 por ciento de los adolescentes negros y 83 por ciento de los adolescentes hispanos les dijeron a encuestadores del noticiero del canal CBS que saldrían con personas de otras razas. Dijeron que a dos-tercios de sus padres no les molestaría que lo hicieran.
En el 2000, Zogby America para Reuters reportó que de 1.225 adultos entrevistados, el 67 por ciento dijo que aprobaba que su hijo tuviera una relación interracial, con el 22 por ciento en oposición, y el 10 por ciento indeciso.
De manera general, la investigación indica que para las poblaciones inmigrantes, se resiste más la primera generación al matrimonio fuera del grupo, la segunda algo menos, y para la tercera generación prácticamente nada. Para los hispanos los porcentajes van 8/37/57, desde la primera a la tercera generación.
Calcularon investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champagne, que de la población total del 2005, unos 35,3 millones era nacidos en el extranjero, y que la segunda generación consistía de 21,1 millones de personas con al menos uno de sus padres nacido en el extranjero. La tercera generación, de 221 millones de personas con padres nacidos aquí, y son ellos los que encuentran «menos importantes la raza y la etnicidad».
Esta marejada estadística debilitará cada vez más las decisiones basadas exclusivamente en términos de la raza en un futuro cercano. La generación a la que se pertenezca, la educación y el estatus serán los motores que conducirán la decisión de seleccionar pareja – y eso, claro está, es lo que lleva a la formación de la familia.
Las probabilidades apuestan hacia desiciones hechas al enamorarse y menos en la raza. ¿Quién puede oponerse a eso?
(José de la Isla redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com). 2008