por José de la Isla
HOUSTON – Presidenta del Consejo Nacional de La Raza, Janet Murguía, se sentó con la junta editorial del periódico The San Diego Union-Tribune, justo antes de iniciarse el congreso nacional en aquella ciudad, el cual concluyó el 12 de julio. En cuarenta años, el Consejo se ha convertido en la mayor organización a nivel nacional de derechos civiles hispano-americanos.
Recientemente el grupo se ha enfrentado a los medios y a grupos organizados que perpetúan un discurso lleno de odio dirigido a los inmigrantes. Mientras que otros ni van ni vienen, comportándose como si las palabras y las acciones violentas son lo mismo que un debate de residencia universitaria, Murguía y su grupo se enfrentaron con los malvados.
Las palabras que utilizaron fueron de instrucción y clarificación. Hicieron reuniones con ejecutivos de los medios de comunicación en Nueva York y educaron al público mediante un sitio web (www.wecanstopthehate.org).
No obstante, Rubén Navarrette, columnista de la junta editorial, se distrajo con un tema lateral, el cual será interesante, pero que poco tiene que ver con el asunto principal – el abogar por lo correcto.
Pareciera que dio mérito a la manera en que algunas personas se alteran por el nombre de la organización (en inglés), National Council of La Raza.
A veces los críticos alegan que “la raza” significa (en inglés) “the race” (el color de la piel). Los de esta mentalidad dicen que el nombre de este grupo latino suena a un movimiento de supremacía racial. Lo que es la abogacía sencillamente se voltea de cabeza con esta aseveración y se le caracteriza como que podrá tener otro tipo de agenda.
¿Capta usted la concepción errónea? ¿La decepción?
El término “la raza” (en español) por largo tiempo ha sido tema de preocupación, como reconoce Murguía: “Nos critican mucho por nuestro nombre”. El nombre por el que se identifi ca este grupo importante, sin embargo, no es un nombre poco apto, pese a los problemas que les pueda causar a los mal informados. Para empezar, “raza” en español no signifi ca simplemente “the race”. ¿Cómo puede signifi car el color de la piel, si son de todas las razas los hispanos?
Los científicos y personas entendidas podrán sustituir fenotipo, mudanza fi siológica u otros términos que se refi eran a diferencias genéticas. En nuestra sociedad, la cual se retira de las discusiones de diferencias de clase y estado y su vínculo con las desigualdades en el trato, usamos la palabra “race” para implicar toda clase de diferencias. Es una enciclopedia nuestro pasado histórico en cuanto a esta palabra.
No obstante, en español el término “raza” signifi ca más de lo que sus prejuiciosos traductores insisten. No es un término clonado de la palabra “race” en inglés. Para comprender el signifi cado de la palabra en español se requiere un poco de comprensión sofisticada. Cualquier diccionario del español señala que la palabra “raza” signifi ca “casta”, “pueblo”, “raza” y “estirpe”. No es un término singular que se fusione para implicar valores sociales. Es principalmente un término metafórico, y no uno técnico.
Pensemos en el término de la misma manera en que los Navajo, que se autodenominan Diné, usan su terminología de grupo para significar “pueblo”.
No debemos sentirnos a la deriva por lo que un idioma no tenga el equivalente ni exacto ni impreciso en otra lengua.
El mismo asunto surgió en el siglo XV cuando los traductores de la Biblia hallaron que el inglés no poseía todos los conceptos que ellos necesitaban para la versión del Rey Jaime. Por ende, se prestaron palabras del latín y del griego para enriquecer el inglés con conceptos bíblicos. De la misma forma, lo que en el salón editorial se pensó fue que “raza” era un concepto del cual huir.
En realidad, podrá que sea un concepto al que acercarnos, como manera de animar la cercanía en comunidades cada vez más diversas socialmente, intercambiantes, inter-comunicantes y con fl exibilidad de clase y globalización.
Lo que resulta desconcertante del episodio de la junta editorial es que se dejó pasar una buena oportunidad para explicar y educar.
A veces, un síntoma del Alzheimer social se puede detectar de la incapacidad de adaptarse y cambiar.
Por nuestra propia salud, debemos inventar un término que signifi que, “cómo evitar ser testarudos cuando no nos conviene.”
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2008