Desde hace tiempo, no había leído una descripción tan clara y exacta de nuestra realidad como personas viviendo en nuestra sociedad bajo el gobierno y el sistema contemporáneos. Es un placer compartirlo con nuestros lectores. “La ilusión de la libertad”, cuyo autor es Chris Hedges, es definitivamente un poderoso artículo que deben leer las gentes políticamente conscientes que desafían el statu quo y contemplan nuevas ideas y visiones para la humanidad. PRIMERA DE UNA SERIE DE DOS PARTES
La ilusión de la Libertad
por Chris Hedges
La incautación del poder político y económico por las corporaciones es inexpugnable. ¿Quién financia y administra nuestras elecciones? ¿Quién escribe nuestra legislación y nuestras leyes? ¿Quién determina nuestras políticas de defensa y vastos gastos militares? ¿Quién está a cargo del Departamento del Interior? ¿El Departamento de Seguridad de la Patria? ¿Nuestras agencias de inteligencia? ¿El Departamento de Agricultura? ¿La Adminstración de Fármacos y Alimentos? ¿El Departamento del Trabajo? ¿La Reserva Federal? ¿Los medios de comunicación masiva? ¿Nuestros sistemas de entretenimiento? ¿Nuestras cárceles y nuestras escuelas? ¿Quién determina nuestras políticas de comercio y ambientales? ¿Quién impone austeridad en el público mientras se permite el saqueo del Tesoro de los Estados Unidos y el boicot a los impuestos en Wall Street? ¿Quién criminaliza el disentimiento?
Una clase obrera blanca privada de sus derechos ventila su lujuria por el fascismo en las manifestaciones de la campaña de Trump. Los liberales ingenuos, que piensan que pueden montar una resistencia efectiva en el abrazo del Partido Demócrata, se expresaron en torno del candidato Bernie Sanders, quien sabe que el complejo industrial-militar es sacrosanto. Tanto la clase obrera como los liberales van a ser vendidos. No importan nuestros derechos y opiniones. Nos hemos rendido a nuestra propia forma de wehrwirtschaft. Nosotros no contamos en el proceso político.
Esta verdad, difícil de aceptar emocionalmente, viola nuestra concepción de nosotros mismos como personas libres y democráticas. Quebranta nuestra visión de nosotros como nación que encarna virtudes superiores y dotada de la responsabilidad de servir como un faro de luz para el mundo. En nosotros está el “derecho” de imponer nuestras virtudes ficticias sobre otros mediante la violencia. Eso nos orilla a un nuevo radicalismo político. Esta verdad revela, de forma incontrovertible, que si se ha de alcanzar un cambio político, si se van a escuchar nuestras voces, los sistemas corporativos de poder deben destruirse. Esta realización engendra una crisis existencial y política. La falta de capacidad para confrontar esta crisis, para aceptar su verdad, nos hace apelar a centros de poder que nunca responderán y garantiza nuestra parálisis por el autoengaño.
La mayor fantasía es sustituida por la realidad, cuanto más rápido caminemos dormidos hacia el olvido. No hay ninguna garantía de que despertemos. El pensamiento mágico se ha apoderado de nuestras sociedades en el pasado. Aquellas civilizaciones creyeron en la fe, la historia, las virtudes superiores y en una fuerza divina que garantizaba su triunfo eterno. Cuando colapsaron, se construyeron distopías represivas. Impusieron la censura y forzaron a que lo irreal fuera aceptado como real. Aquellos que no estaban conformes fueron desaparecidos lingüísticamente y más tarde literalmente.
La vasta desconexión entre la narrativa oficial de la realidad y la realidad misma crea una experiencia de Alicia en el País de las Maravillas. La propaganda es muy persuasiva, y rara vez se escucha la verdad, por lo que la gente no cree en sus sentidos. Ahora estamos siendo asaltados por campañas políticas que recuerdan la cruzada constante de fascistas y comunistas en las sociedades totalitarias del pasado. Esta campaña, desprovista de sustancia y subordinada al espejismo de una sociedad libre, es antipolítica.
Ningún voto que ganemos va a alterar las configuraciones del estado corporativo. Las guerras van a continuar. Nuestros recursos nacionales seguirán destinándose al militarismo. El saqueo corporativo del país será peor. La gente pobre de color seguirá siendo disparada por la policía militarizada en nuestras callles. La erradicación de nuestras libertades civiles se va a acelerar. La miseria económica infligida a cerca de la mitad de la población se expandirá. Nuestro medio ambiente será explotado sin piedad por combustibles fósiles y las corporaciones de agricultura animal, y seremos conducidos al colapso ecológico. Somos “libres” sólo si desempeñamos nuestros papeles asignados. Si llamamos al poder por su nombre, si ejercemos nuestros derechos y resistimos, se desvanece la quimera de la libertad. El puño de hierro del aparato más sofisticado de seguridad y vigilancia en la historia humana se impondrá con una furia terrorífica.
La poderosa red de entidades corporativas entrelazadas está más allá de nuestro control. Nuestras prioridades no son corporativas. El estado corporativo, cuyo único objetivo es la explotación y la expansión imperial para aumentar la ganancia, dispendia fortunas en investigación y desarrollo de armamento y sistemas de vigilancia del estado, mientras merma las tecnologías dirigidas al calentamiento global y la energía renovable. Las universidades están inundadas de dinero de defensa, pero no pueden conseguir financiamiento para estudios ambientales. Nuestros puentes, caminos y diques se están desmoronando por negligencia. Nuestras escuelas están sobrepobladas, lo que las ha hecho decaer y transformarse en centros vocacionales para la ganancia. Nuestras personas de tercera edad y los pobres son abandonados y empobrecidos. Los hombres y mujeres jóvenes son golpeados por el desempleo y el subempleo y el peonaje por deuda. Nuestro sistema de salud lucrativo lleva a los enfermos a la bancarrota. Nuestra paga está siendo suprimida y el poder del gobierno para regular a las corporaciones ha disminuido dramáticamente por una tríada de nuevos acuerdos de comercio –el Acuerdo Transpacífico, el de Comercio e Inversión Trasatlántico y el Acuerdo de Comercio en Servicios. Las utilidades y los servicios del gobierno, con la implementación del Acuerdo de Comercio en Servicios, van a desmantelar y privatizar todos los departamentos y servicios, desde la educación hast el servicio postal. Nuestras manufacturas, empleos, serán enviados al extranjero, y no regresarán. Y un medio corporativo ignora la decadencia de perpetuar la ficción de una democracia funcional, una economía que renace y un glorioso imperio. CONTINUARÁ PRÓXIMA SEMANA.