NOTA DEL EDITOR:
Queridos lectores,
¿Creen ustedes que la gente en los Estados Unidos se está volviendo cada día menos inteligente y que su creciente uso de la inteligencia artificial como las computadoras y las redes sociales no tiene nada que ver con eso? El siguiente artículo, escrito por Ray Williams para la revista científica Psychology Today, podría inaugurar una nueva forma de pensar la cuestión. Esta es la Primera Parte de una serie de dos.
por Ray Williams
psychologytoday.com
Hay una creciente y desconcertante tendencia de elitismo antintelectualista en la cultura estadunidense. Es la destitución de la ciencia, las artes y las humanidades y su remplazo por el entretenimiento, la autojustificación, la ignorancia y la ingenuidad deliberada.
Susan Jacoby, autora de The Age of American Unreason [La era del irracionalismo americano], dice en un artículo para el Washington Post: “El embrutecimiento, parafraseando al difunto senador Daniel Patrick Moynihan, ha sido constantemente definido durante varias décadas como una combinación de fuerzas hasta ahora irresistibles. Éstas incluyen el triunfo de la cultura del video sobre la cultura escrita, una disyuntiva entre el creciente nivel de la educación formal de los norteamericanos y su inestable comprensión de la geografía básica, la ciencia y la historia, y su fusión del antirracionalismo y antintelectualismo”.
Ha habido una larga tradición de antintelectualismo en los Estados Unidos, a diferencia de la mayoría de los países occidentales. Richard Hofstadter, quien ganó un Premio Pultizer en 1964 por su libro Anti-Intellectualism In American Life [Antintelectualismo en la vida norteamericana], describe cómo los vastos fundamentos subyacentes del antielitismo, antirracionalismo y anticientifismo se han infundido en el tejido social y político estadunidense. El famoso escritor de ciencia ficción Isaac Asimov dijo:
“Hay un culto de la ignorancia en los Estados Unidos, y siempre lo ha habido. La fuerza del antintelectualismo ha sido una constante amenaza sobre nuestra vida política y cultural, nutrida de la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”.
Mark Bauerlein, en su libro The Dumbest Generation [La generación más embrutecida], revela cómo toda una generación de jóvenes ha sido idiotizada por su aversión a leer cosas sustanciosas, en su adicción a las “gilipolleces” digitales a través de las redes sociales.
El periodista Charles Pierce, autor de Idiot America [América idiota] añade otra perspectiva:
“El actual auge de la América idiota representa –principalmente para la ganancia, pero también y más cínicamente, para la ventaja política en la búsqueda de poder– el fracaso de un consenso de que la búsqueda de conocimiento es un bien. También representa el ascendente de la noción de que la gente en la que deberíamos confiar menos es la que mejor sabe de qué está hablando. En la nueva era de los medios, todo mundo es experto”.
“Hay una desconfianza generalizada hacia los derechos, los privilegios, el conocimiento y la especialización”, dice Catherine Liu, autora de American Idyll: Academic Antielitism as Cultural Critique [El Idilio Americano, antielitismo académico como crítica cultural] y profesora de estudios cinematográficos y medios en la Universidad de California. La misión más importante de las universidades ha cambiado, señala Liu. “Ya no educamos a la gente. La entrenamos para conseguir trabajos”.
Parte de la razón del auge del antitelectualismo puede encontrarse en la disminución del estado de la educación en los Estados Unidos en comparación con otros países avanzados:
Después de guiar al mundo durante décadas con grados universitarios entre los 25 y los 34 años, los Estados Unidos están ahora en duodécimo lugar. El Foro Económico Mundial clasificó a los Estados Unidos en el sitio 53 entre 139 naciones en la calidad de su enseñanza científica y matemática en 2010. Alrededor del 50 por ciento del total de los estudiantes graduados en ciencias en los Estados Unidos son extranjeros, muchos de los cuales están regresando a sus países de origen.
El Consejo de Oklahoma de Asuntos Públicos llevó a cabo una encuesta de educación cívica entre los estudiantes de escuelas públicas. Un sorprendente 77 por ciento no sabía que George Washington fue el primer presidente; no podían nombrar a Thomas Jefferson como el autor de la Declaración de Independencia, y sólo 2.8 por ciento de los estudiantes pasaron la prueba de ciudadanía. En el mismo tenor, el Instituto Goldwater de Phoenix hizo la misma encuesta, y sólo 3.5 por ciento de los estudiantes pasaron la prueba cívica.
Según el reporte del Consejo de Investigación Nacional, sólo 28 por ciento de los maestros de secundaria siguieron de manera consistente los lineamientos del Consejo de Investigación Nacional de evolución de la enseñanza, y sólo 13 por ciento de esos maestros se abocaron explícitamente al creacionismo o el “diseño inteligente”.
Dieciocho por ciento de los norteamericanos aún piensan que el sol gira alrededor de la tierra, según una encuesta de Gallup.
El reporte de educación de la Asociación Americana de Colleges Estatales muestra que los Estados Unidos califican en segundo lugar entre todos los países en la proporción de población entre 35 y 64 años con grado de college, pero el 19º en el porcentaje con un diploma asociado o de secundaria, lo que significa que por primera vez el alcance educativo de los jóvenes será más bajo que el de sus padres.
Setenta y cuatro por ciento de los republicanos del Senado y 53 por ciento de la Cámara de Representantes niegan la validez del cambio climático a pesar de los hallazgos de la Academia Nacional de Ciencias y otras organizaciones científicas significativas del mundo.
Según en la Evaluación Nacional del Progreso Eduativo de 2009, 68 por ciento de los niños de escuelas públicas en los Estados Unidos no leen hábilmente desde que terminan tercer grado. Y U.S. News & World reporta que un escaso 50 por ciento de los estudiantes están listos para el nivel de college cuando se gradúan. LA SEGUNDA PARTE CONTINUARÁ EN LA PRÓXIMA EDICIÓN.