viernes, diciembre 27, 2024
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Educar para la violencia – cómo la policía de EE.UU. pasó de Mayberry a locura

La pregunta está: cómo detenerla

por Claire Bernish

En las últimas décadas, la policía se transformó drásticamente, luego que el NDAA permitió a los departamentos obtener un superávit de equipo militar gratuito en 1990. Con las armas y los engranajes de la guerra, también llegó el ethos guerrero.
Sin preparación para manejar pertrechos del campo de batalla, la desafortunada policía estadunidense emprendió la guerra en las mismas comunidades a su cargo –un nivel epidémico de violencia por parte de las fuerzas del orden irrumpió a partir de ese momento.

Pero este artículo no es una condena a los oficiales de la policía, muchos de los cuales pasaron su carrera entera sin recurrir al uso de la fuerza excesiva. Debido a que los incidentes que involucran tácticas excesivamente violentas y resultan en daños graves y muerte se han vuelto frecuentes, la gente parece no darse cuenta, y es necesario señalar los medios más simples para detener esta epidemia que ya existe.

Entrenamiento

Si queremos terminar o al menos reducir de manera significativa esta brutalidad innecesaria, se debe poner fin al entrenamiento militar de la policía. Por intuitivo que parezca, terminar con la instrucción basada en el estrés, estilo de botas en el campo –que es actualmente el modelo de la mayor parte de las academias de policía– transformaría a la policía estadunidense.

Incluso el Departamento de Justicia está de acuerdo en que es necesario erradicar el entrenamiento policiaco basado en el estrés –en un documento de Despacho de 2013, la hoja informativa de sus Servicios de Policía Orientados a la Comunidad (COPS, por sus siglas en inglés), el DoJ esencialmente prueba la necesidad de poner fin al entrenamiento militar. En las academias de policía del país se emplean dos modelos, señala el documento, y explica:

“El entrenamiento estresante sigue al de botas en el campo militar, caracterizado por ejercicios paramilitares, inspecciones diarias, demandas físicas intensas, disciplina pública, retención de privilegios, y reacción inmediata a las infracciones. El entrenamiento sin reclutamiento estresante está asociado a una atmósfera más relajada, académica o colegiada, caracterizada por el énfasis en los logros académicos, una relación laxa instructor/entrenado, y procedimientos administrativos disciplinados”.

Según un reporte del Buró de Estadística del Departamento de Justicia, la mayor parte de los programas de entrenamiento para la aplicación de la ley en los Estados Unidos usa el modelo del estrés. Si consideramos tan sólo la descripción de este modelo, se hacen claras las raíces de la policía violenta –a pesar de que sus impulsores creen que los aspectos benéficos pesan más que los negativos. La autodisciplina, lo que se ha denominado como la “presencia de comando” y una mayor autoconfianza con frecuencia están entre las principales razones esgrimidas para continuar el entrenamiento basado en el estrés.

Pero esos beneficios no son absolutos ni similarmente positivos –sin duda, son mejores considerados en conjunto– , y pueden conseguirse mediante el modelo académico colegiado.

El asistente de Sheriff, Howard H. Earle, realizó una comparación entre los dos métodos de entrenamiento en la Academia del Dept. del Sheriff del condado de Los Ángeles de 1967 a 1971, y a pesar de que el estudio fue llevado a cabo hace décadas, podemos encontrarlo relevante en la actualidad.

Earl concluye: “los sujetos del modelo no estresante mostraron un nivel significativamente más alto en áreas como desempeño en el campo, satisfacción laboral y mayor grado de aceptabilidad por las personas servidas”. El mejoramiento de las relaciones comunitarias y la solución colaborativa de problemas también evidenciaron sus hallazgos de un modelo verdadero de policía orientada a la comunidad –exactamente el modelo oficial de policía estadunidense del Presidente Obama.
Un estudio de panel de 1988, encargado por el entonces gobernador Michael Dukakis en Massachusetts, tras un brote de problemas renales entre los reclutas, señala:

“El llamado enfoque del instructor de los ejercicios de entrenamiento, que incluye el abuso verbal indiscriminado, la humillación, la confrontación, el acoso, las novatadas, los gritos y ejercicios físicos como castigo no tiene cabida en el entrenamiento policiaco”, el modelo es realmente contraproducente y “no conduce al entrenamiento de hombres y mujeres de manera que los haga capaces de servir a la sociedad”.

Mientras los reclutas atraviesan diferentes fases de entrenamiento paramilitar, basado en el estrés, llevan a cabo una transformación radical de comportamiento y asumen características en los aspectos militar y psicológico. Una mentalidad de “nosotros contra ellos” es repetidamente martilleada a los policías por venir, y la separación entre sus ex yos civiles y su papel futuro como cumplidores de la ley pasa a primer plano.

Esta rígida separación, que no encontramos en la definición del método académico de entrenamiento, enfatiza la cultura de la Delgada Línea Azul –a los reclutas se les dice, ya sea verbalmente o mediante señales constantes, que son especiales y pertenecen a otra clase que los civiles – y no van a entender lo que les traerá su nuevo trabajo. Un estudio mostró que esta separación también promueve, subrepticiamente, misoginia, racismo y un alto grado de sexismo y de pensamiento normativo –si bien lo hace bajo el dsfraz de la moralidad. El entrenamiento paramilitar produce estrategias de enfrentamiento maladaptativas, que separan a los cadetes de sus contrapartes civiles –cuando esto incluso contradice el modelo putativo de la policía basada en la comunidad.

Muchos estudios señalan que los reclutas más dinámicos, que muestran las capacidades y actitudes necesarias para actuar efectiva y atentamente en las comunidades donde serán policías, con frecuencia son forzados a salir de los programas de entrenamiento militarista. A través de la estigmatización como “diferentes” de los otros reclutas que conduce al castigo, los mejores oficiales potenciales del orden público a menudo abandonan o renuncian antes de la terminación del entrenamiento.

Es imperativo entender la evidencia que apunta al modelo de entrenamiento policiaco no usado por la mayor parte de las academias. Si la aplicación de la ley, el Departamento de Justicia y múltiples estudios han encontrado modelos no basados en el estrés –no métodos paramilitares– más efectivos para no promover una mentalidad cultural violenta, ¿por qué no se utilizan?

En leguaje llano, ¿está Estados Unidos enseñando a ser violenta a la policía por alguna razón?

Ciertamente, es importante considerar que una guerra silenciosa contra la disidencia parece estar ahora en marcha en Estados Unidos. Mientras los medios transforman el rechazo a los actos violentos de los oficiales en una guerra contra la policía, qué podemos pedir si esta guerra en realidad es contra nosotros, contra la gente de este país.

Queda pendiente saber si esa cuestión puede o no ser respondida. Pero hasta que se empleen mejores métodos de entrenamiento verificables, que resultarían en fuerzas policiacas menos violentas en un nivel nacional, merece hacerse la pregunta.
Después de todo, los expertos citados por el Departamento de Justicia explican: “el modelo de entrenamiento paramilitar de alto estrés da por resultado prácticas policiacas contrarias a la gobernanza democrática, y una estructura que utilice las conexiones universitarias, el aprendizaje experimental y el pensamiento crítico serían significativamente más efectiva”.

¿Así que las agencias de aplicación de la ley están incompetentemente ignorando la solución? ¿O la están ignorando por diseño?

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