por José de la Isla
HOUSTON – Una vez que los demócratas decidan qué hacer con los estados de Michigan y Florida, decidan quién gana las primarias de Pensilvania y Puerto Rico, y cómo intervendrán los superdelegados y si el tema se irá a un congreso gestionado por terceros o no, tendrán un candidato nominado.
En otras palabras, la campaña se ha convertido en una buena pelea política, de la que nos merecemos de sobremanera. ¿De qué otra forma se verá el contenido del carácter, la agilidad mental, la habilidad de hacer frente a los matones, y hasta lo que los agentes hacen con ellos en el trasfondo? ¿De qué otra manera podemos ver que el idealismo de una persona se convierta en fortaleza?
Miremos por ejemplo al asesor de Obama diciéndole al cónsul canadiense que no se tome tan en serio la crítica contra el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA por sus siglas en inglés). O el operativo quien llamara a Clinton “monstruo”. Ya no está ninguno de los dos ofensores.
¿Por qué? Porque tienen la posibilidad de hacerle sabotaje a la campaña de Obama.
¿Pero qué puede o debe hacer John McCain en cuanto a los republicanos del Senado que le sabotean la campaña a él?
Como una página surrealista de la escuela Joan Miró de políticas públicas, en el momento que se reunía John McCain con el presidente Bush para que le diera su respaldo, se presentaron quince proyectos de ley. El presidente y McCain almorzaban perros calientes mientras que sus “aliados” en el Senado sacaban pura porquería.
Los proyectos de ley vuelven a presentar medidas del pasado que fracasaron, que intentaban hacer de los inmigrantes sin autorización criminales. Los senadores incluyen propuestas en sus proyectos de ley que harían del inglés el idioma oficial, completarían una valla de 700 millas a lo largo de la frontera del sur con México, desanimaría que los estados emitan licencias de conducir a migrantes sin autorización, y no permitirían el uso de documentos de identificación del gobierno de México para abrir cuentas bancarias – y quieren ayudar a la Guardia Nacional y a agentes locales de la policía a participar en hacer cumplir las leyes de inmigración del gobierno federal.
Pareciera que los senadores estuvieran más interesados en capturar a John McCain que lo que están en capturar a personas sin autorización.
Parecen estar más preocupados que su imagen de hombres-fuertes los deje verse débiles como lo hizo en las elecciones de medio término del 2006. Se quieren poner macetones.
Por su parte, McCain ya ha dado paso atrás con su anterior proyecto de ley ilustrado sobre la reforma migratoria, el cual auspició con el senador Edward Kennedy (demócrata por Massachusetts).
Ahora representa una posición musculosa de “asegurar nuestras fronteras”.
¿Y quién no?
Sólo hace falta que recordemos lo ocurrido en el 2006 después de H.R. 4437, el proyecto de ley draconiano que auspició el representante Jim Sensenbrenner (republicano por Wisconsin), el cual sí aprobó la Cámara, pero el Senado no. Como respuesta, un millón de personas salieron en protesta en importantes ciudades por todo el país. La opinión pública alcanzó el 75 por ciento a favor de crear un camino hacia la legalización para los inmigrantes.
Más adelante, ese mismo año, el 70 por ciento de votantes latinos se pusieron del lado de los demócratas en las elecciones de medio término. En el 2000, se habían puesto del lado del republicano Bush por un 35 por ciento, y en el 2004 por un 40 porciento. Si la xenofobia poco oculta orientada por los republicanos continúa durante el año en curso, el candidato republicano, si tiene suerte, se podrá llevar el 21 por ciento del voto latino, el porcentaje que Bob Dole se llevó en 1996. Yo sugiero que los proyectos de ley que se presenten al Senado se recojan como una sola ley con el nombre de: “El Fin del Partido Republicano Porque No Madura Ni Pretende Madurar”. Jugarretas como aquellas que presentaron los 11 senadores son del tipo que llevaron a la derrota electiva a 31 representantes en la Cámara y dos senadores, incluyendo a algunos de los que más apoyaron el proyecto de ley de Sensenbrenner en las elecciones de medio término del 2006.
El estratagema de los senadores podrá ser tal vez la mayor expresión de falta de respeto y de desdén por la expansión del partido republicano que se haya visto nunca.
En sus libros, los consejeros al partido Leslie Sánchez (“Los Republicanos”) y Michael J. Gerson (“Heroic Conservatism”), han advertido a los republicanos que dejen de portarse como idiotas.
Pero, no lo han hecho ni tampoco están escuchando. Parecen haber olvidado que cayeron derrotados en el 2006 y perdieron el liderazgo de la Cámara y del Senado por la guerra en Irak y su fracaso ante reformar el sistema migratorio. Ahora podemos añadir la economía a la lista.
A estas alturas del año entrante es posible que nos estemos preguntando que ¿quién mató al alguacil? ¿Por qué no pudo McCain traer al partido republicano sentido común y respeto por la ley y el orden? ¿Por qué se aniquilaron los republicanos como partido nacional?
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2008