by José de la Isla
HOUSTON– Entonces, que me vuelvan a decir lo malo de todo esto.
La economía doméstica ha crecido en un 54 por ciento desde el año 1993. Se han creado más de 25 millones de empleos. El índice promedio del desempleo cayó del 7.1 por ciento en 1994 a 5.1 por ciento en el 2007. Y la industria manufacturera en los EE.UU. tuvo como promedio aumentos del 4 por ciento, casi el doble de lo que había visto en los 14 años previos.
Si escuchamos la versión de Barack Obama y de Hillary Clinton, esto no ha sido lo suficiente y es hora de considerar una “pausa” o “renegociación” del Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA por sus siglas en inglés), de los EE.UU. con Canadá y México, entre otros tratados comerciales.
Se alzó un coro de voces en su contra. Una de ellas que sonó fuerte fue la del secretario de comercio, Carlos Gutiérrez, quien escribiera este comentario mordaz en el periódico Washington Post: “El proponer una “pausa” para el comercio es como quedarse de pie en un momento en el que el resto del mundo va avanzando”. Además, agregó, “El sofocar la economía no es una estrategia viable para lograr la prosperidad. El fingir que no somos parte de América del Norte no es una receta para el crecimiento”.
He aquí la raya divisoria en cuanto al comercio no sólo entre los partidos sino también entre las ideologías que contribuyen a la selección de un nuevo presidente.
Casi se oye a Obama y a Clinton asumiendo a Britney Spears diciendo “Oops! I did it again!” (¡Ay! ¡Lo volví a hacer!) Recurriendo al aislacionismo parece ser simplemente demasiado tentador en términos de la retórica como para abandonarlo del todo. El jugar con los sentimientos del público resulta atractivo cuando el público siente que no se ha beneficiado tanto como otros.
Para ser justos, es difícil decirles a personas en algunas partes del país – las que se oponen al comercio global – que “No estamos tan mal por lo general”. Ohio ha perdido unos 231.000 empleos en los últimos diez años.
Pero, ¿no fue el lema de la campaña de Obama “cambio en el que podemos creer”? ¿Cambiar a qué? ¿Cómo va el país poder volver a desarrollarse, para comenzar, con amenazar el comercio entre nosotros y nuestros socios comerciales primero y tercero más grandes? ¿Qué propósito sirve si ya desaparecieron los empleos?
Alguien no nos está diciendo toda la verdad en esto. Y ése es el problema. El hacer del Canadá y de México chivos expiatorios podrá tener alguna gracia fugaz, pero no va a restituir los empleos perdidos.
Hace un año, Hillary Clinton le dijo a la revista Time que creía en los “principios generales de NAFTA”. Se enfocó en la ejecución del tratado, indicando que “Yo creo que nos hace falta exigir con más fuerza los tratados comerciales que ya tenemos”. Afirmó que la administración de Clinton había ejecutado más acciones de cumplimiento con los tratados en un año que lo que hizo Bush en seis años. Es razonable exigir el cumplimiento de los principios de los tratados.
Pero el imponer sobre el comercio una pausa, como aseveró luego, es otro tema. La aseveración de Obama de renegociar los principios de NAFTA abre la caja de Pandora, como quien dice, referente a la que muchos expertos ya menean la cabeza.
Durante los primeros diez meses de 2007, el comercio entre los tres países norteamericanos fue de $742,86 mil millones. El comercio bilateral con México fue de $290,38 mil millones, lo cual resultó en un superávit a favor de México de $6,7 mil millones.
Lo que NAFTA ha producido es un défi cit comercial grande y en aumento con México. Los efectos que ha surtido en Ohio y en otros estados industriales han sido de sobremanera negativos. En 1993, el año antes que entrara en vigor NAFTA, los EE.UU. tenía un balance comercial positivo de $2,4 millones, derivado de la manufactura en Ohio de automóviles, camiones y partes. Para el 2007, el balance comercial se convirtió en déficit comercial de $12 mil millones.
La revista El Economista, generalizando sobre NAFTA, afirma correctamente que “El comercio es perjudicial para algunas personas pero ayuda a muchas más”.
El arte de la negociación no proviene de las amenazas de retirarse abruptamente donde no está funcionando, sino de calcular cómo dispersar tanto el prejuicio como los beneficios y convertirlo en una mano ganadora. El decirles a los trabajadores que deben registrarse en cursos nocturnos para prepararse para una nueva carrera podrá ser útil, pero tiene el resultado de ponerle curita a un infarto.
El alarde del secretario Gutiérrez sobre el comercio no surte consuelo a los que están de malas entre aquellas orgullosas cifras comerciales.
Pero en vez de retirarse del comercio, éste podría ser buen momento para hacerse con los triunfos de los republicanos.
A lo que debe enfocarse ahora la discusión es en acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías y cómo lograremos la transición a una economía de buena remuneración, de pos-industria ecológica, centrada en la educación y la capacitación laboral. Ya el enfoque no es cuestión de si lo haremos, sino de cuándo lo haremos.
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2008