por Ricardo Chavira
(Primera de dos partes en una serie de los cambios en Cuba, exclusivo para los servicios de noticias de Hispanic Link)
LA HABANA, Cuba— Todo ha cambiado y nada ha cambiado. ¿Cómo más describir la transformación momentánea y surrealista política y social en toda Cuba?
Sin anunciarlo, Fidel Castro ha cedido el poder de manera permanente a su hermano, el ministro de defensa, Raúl, reconocen tácitamente las autoridades acá. En el año en el que Fidel se enfermó gravemente y cedió temporalmente las labores presidenciales a Raúl, el cambio comienza.
Ha sido tan gradual que recién ahora Washington está tomando conciencia de que Fidel se ha asegurado de que la revolución sobreviva a su muerte. Los cubanos, no adaptados al cambio, siguen con su vida diaria como antes. La transición es complicada por el hecho de que Fidel no ha muerto (contrario a rumores recientemente publicados en Miami) y todavía tiene voz en la política del gobierno.
Esto ha llevado a que algunos analistas concluyan, de manera equivocada, que el mayor de los Castro sigue rigiendo Cuba, aunque en reclusión. Ha intentado demorar las necesitadas reformas económicas, pero cada vez más Raúl está llevando a cabo su deseo.
Es importante mantener en mente que Raúl es un comunista fiel, lo que significa que el gobierno no cambiará de sus orígenes revolucionarios.
Por otro lado, el hermano menor de Fidel es un pragmático. Con éxito, sacó adelante reformas a mediados de los ‘90s, que salvaron la economía del colapso.
Pero bajo el mandato fuertemente anticapitalista de Fidel, la economía de Cuba ha permanecido anémica. A la luz de sus comentarios públicos, Raúl está agudamente conciente de la plegaria de la nación.
Cuando habló en la celebración del Día de la Revolución del 26 de julio, reconoció lo que Fidel nunca haría, que los cubanos no ganan un salario digno. “Los salarios actuales no son suficientes para satisfacer todas las necesidades”, dijo.
Por el contrario, Fidel, en una de sus muchas columnas de opinión que ha escrito en los últimos meses, dijo que simplemente al reducir los desechos y elevar la autoestima de los cubanos, el estándar de vida aumentaría.
Similar en cuanto a contraste con Fidel, Raúl reconoció que los robos en el trabajo son muy frecuentes y son producto del paupérrimo pago. El robo, dijo, es una “indisciplina social… el cual, al haber echado raíces [resultará] difícil de erradicar”.
Éstas son palabras de un líder que está tomando una posición independiente.
Tal vez en reconocimientodel rol moderador de su hermano, Raúl pidió a los cubanos ser pacientes, mientras se desarrolla un cambio estructural no especificado.
En las calles de La Habana, la mayoría cree que Fidel debe morir antes de que se produzcan reformas económicas profundas.
Entre los cambios esperados se encuentran sustanciales aumentos de sueldos, empresas privadas adicionales y una inflación mucho más reducida.
Por segunda vez desde que su hermano enfermó, Raúl sugirió que era hora de que Cuba y Estados Unidos trabajaran en sus diferencias. “Si la autoridad de Estados Unidos finalmente desistiera de su arrogancia y decidiera conversar de manera civilizada, sería un cambio muy bienvenido”, dijo.
Es difícil imaginar tales conversaciones con la administración Bush.
Washington ha formado una comisión para fomentar una transición a la democracia y detener la sucesión de Raúl.
Para la mayoría, la vida sigue adelante, con los cubanos claramente preocupados de ganarse la vida. Sin embargo, muchos ponderan la extraña naturaleza del cambio político. “Toda mi vida él ha estado afuera entre la gente, por todas partes”, dice de Fidel el trabajador de fábrica Yuriel. “No está muerto, pero ya no está entre nosotros”.
Próxima semana: Raúl hereda el deseo del país por cambio.
(El columnista colaborador de Hispanic Link Ricardo Chavira realiza una ivnestigación para un libro sobre la Cuba contemporánea. Su correo electrónico es ricardochaviraSG@yahoo.com)