por Marvin Ramírez, editor
En esta época decembrina, es imposible ignorar un fenómeno que ha ido cobrando fuerza en los últimos años: la transformación de «Feliz Navidad» en un genérico «Felices Fiestas» o «Happy Holidays». Esta práctica, aparentemente inclusiva, ha sido impulsada por una agenda que busca diluir los valores cristianos y reducir la Navidad a un simple evento comercial, despojándolo de su esencia divina. Este cambio no es fortuito; es un reflejo de una sociedad que, bajo el influjo de la revolución atea y el materialismo, intenta borrar nuestras raíces culturales y religiosas. Hoy más que nunca, debemos reivindicar el saludo «Feliz Navidad» como una declaración de fe, identidad y resistencia cultural.
La Navidad, como su nombre lo indica, fue concebida para conmemorar el nacimiento de Jesucristo, el fundamento de la fe cristiana. Decir «Feliz Navidad» no es solo un saludo; es un reconocimiento a ese hecho histórico y espiritual que ha marcado profundamente nuestra civilización occidental. Al sustituirlo por un término genérico como «Happy Holidays», estamos cediendo terreno a una narrativa que busca despojar esta festividad de su significado original, reduciéndola a un período de compras, luces y fiestas vacías de contenido.
¿Cómo hemos llegado a este punto? La respuesta radica en una agenda promovida desde diversos ámbitos, especialmente el gubernamental y educativo, que propugna un ausentismo de Dios en la esfera pública. En muchas escuelas, por ejemplo, se prohíbe hablar abiertamente de Jesucristo o de la Navidad en su sentido religioso. Este silenciamiento no es inocente; es parte de un movimiento que busca reemplazar los valores espirituales por un materialismo superficial. Nos enseñan que no hay un ser supremo, que todo es fruto del azar, y que la felicidad se encuentra en el consumo y las posesiones.
Esta narrativa también ha generado un sentimiento de temor o vergüenza al expresar nuestra fe abiertamente. Decir «Feliz Navidad» se ha convertido para algunos en un acto casi subversivo, como si estuviéramos imponiendo nuestras creencias a los demás. Pero, ¿a quién le molesta realmente un saludo tan cargado de buenos deseos y significado? La respuesta es clara: a quienes buscan borrar nuestras raíces y confundirnos con ideologías ajenas a nuestra cultura.
La civilización occidental, a la que pertenecemos como hispanos, tiene sus fundamentos en la cultura cristiana. Fue el cristianismo el que dio forma a nuestras leyes, nuestra moral y nuestro sentido de comunidad. A través de los siglos, esta fe se integró en nuestra identidad como pueblo, nos dio un lenguaje único y un sentido de pertenencia. Hoy, esa identidad está siendo atacada por una industria del entretenimiento que promueve valores vacíos y una televisión que glorifica lo superficial y lo efímero. Hollywood, con sus producciones, nos vende una versión distorsionada de la realidad, donde lo que importa no es el alma, sino la apariencia y el consumo.
En este contexto, el saludo «Feliz Navidad» se convierte en un acto de resistencia. Es un recordatorio de quiénes somos y de dónde venimos. Es una declaración de que no estamos dispuestos a renunciar a nuestra fe ni a nuestra identidad cultural. Al decir «Feliz Navidad», estamos afirmando nuestra conexión con nuestras raíces, con nuestros padres y abuelos, quienes profesaron esta fe con orgullo y la transmitieron como un legado precioso.
Como hispanos, tenemos una responsabilidad especial en este sentido. Somos una gran familia, unida por la lengua, la cultura y la fe. Si permitimos que nos arrebaten estos valores, estaremos dejando que nos debiliten como pueblo. No podemos permitir que ideologías externas nos dividan ni que la presión social nos haga avergonzarnos de nuestra fe. Por el contrario, debemos fortalecer nuestras tradiciones y transmitirlas con orgullo a las futuras generaciones.Es cierto que vivimos en una sociedad diversa, donde conviven personas de diferentes credos y culturas. Esta diversidad es una riqueza, pero no debe ser excusa para diluir nuestras propias creencias. Respetar a los demás no significa renunciar a lo que somos. Podemos convivir en armonía, reconociendo y celebrando nuestras diferencias, sin necesidad de borrar nuestra identidad. Decir «Feliz Navidad» no es un acto de exclusión; es una expresión de nuestra fe y nuestro deseo sincero de compartir la alegría de esta festividad.
«Feliz Navidad» es más que un saludo; es una afirmación de fe, cultura e identidad. Es un recordatorio de nuestras raíces y un acto de resistencia ante una sociedad que intenta vaciar de significado nuestras tradiciones. Exhorto a todos los hispanos a decir «Feliz Navidad» con orgullo y valentía. No permitamos que nos roben este tesoro cultural y espiritual. Defendamos nuestra fe, nuestra historia y nuestra identidad, y celebremos juntos el nacimiento de Jesucristo, la verdadera razón de esta hermosa festividad. Feliz Navidad para todos.