viernes, abril 26, 2024
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Criminalidad inmigrante y frenesí propagado por el miedo

­por José de la Isla

HOUSTON – Las cosas claras — ¿le parece que va descontrolándose el crimen propagado por inmigrantes? ¿Ha visto reportajes en los medios locales? ¿Le parece que la situación ahora es peor que antes? ¿Le parece que la policía necesita mayor autoridad legal para controlarlo?

Si le parece que sí, hay algo que debe saber.

Ha salido últimamente otro estudio académico amplio que sostiene que los inmigrantes son mucho menos propensos a ser los villanos que nuestros hijos nativos. Son los nativos quienes crecen y se hacen criminales.

Los investigadores, el doctor Ruben Rumbaut de la Universidad de California en Irvine, y el doctor Walter A. Ewing, del Immigration Policy Center, el que publicó el estudio, encontraron que entre 1994 y el 2000, los índices de encarcelación de inmigrantes eran asombrosamente bajos. En aquel periodo, en lo que la población indocumentada en los Estados Unidos se dobló, llegando a 12 millones, la incidencia de crímenes violentos bajó en un 34.2 por ciento, mientras que el crimen contra la propiedad declinó en un 26.4 por ciento.

El índice de criminalidad en todas las categorías era bajo, al comparar a los inmigrantes con la población nativa de hombres de 18 a 39 años, los que mayormente comprenden los encarcelados de este país. Los inmigrantes de México eran menos propensos a ser encarcelados por ocho veces que sus contrapartes estadounidenses. Los salvadoreños y guatemaltecos nacidos en el extranjero eran seis veces menos propensos que sus contrapartes primos.

En una observación alarmante, Benjamin Johnson, director del Immigration Policy Center, admitió que el estudio implica que “En algún punto del proceso político, los hechos verídicos pierden valor… (los temas de política migratoria) se convierten en estribillo para la televisión, sin fundamento en los datos”.

Por esta razón es probable que el público rechace el estudio, que salió el 26 de febrero, titulado “The Myth of Immigrant Criminality and the Paradox of Assimilation” (“El mito de la criminalidad de inmigrantes y la paradoja de la asimilación”).

Durante más de un siglo, estudios como éste han reportado lo mismo. La Industrial Commission de 1901, la (Dillingham) Immigration Commission de 1911, y la National Commission on Law Observance and Enforcement de 1931 han reportado todas haber encontrado índices menores de participación de inmigrantes en actos criminales. El historial es consistente.

¿Qué nos dice este estudio que no sabíamos ya? Nada. Lo más intrigante es el por qué no quiere creerlo una porción grande y bulliciosa del público.

Los autores razonan imparcialmente que ya que muchos inmigrantes entran al país dejando caducar sus visas y por medios sin autorización, su estatus “se enmarca cual asalto contra el ‘dominio de la ley’”.

Rumbaut explica que el espúreo mito popular de la criminalidad migrante se nutre de anécdotas en los medios de comunicación. Las notas sensacionalistas incitan una percepción pública errónea.

Robert Sampson, investigador de Harvard, quien participó en la presentación del estudio, dice que las actitudes erróneas del público sobre los inmigrantes y los índices más altos de criminalidad son un tema de “carne viva” que utilizan los políticos. “Es muy popular ser mano dura contra la criminalidad”. En realidad, aunque los índices de criminalidad en los EE.UU. van en declive, este país tiene uno de los índices de encarcelación más altos del mundo. “Hay una inmensa desconexión”, indicó.

Le pregunté a Sampson si lo reportado no es, en realidad, un reflejo de la manera en que la sociedad estadounidense asimila información. Respondió, “Yo creo que eso es parte de nuestro mensaje. La información ha estado a la disposición del público hace tiempo ya, pero la continúan interpretando de una manera en particular”.

Comenta Rimbaut que hay “algo casi en el ADN de la sociedad estadounidense, el miedo éste que los desconocidos que llegan de lugares extraños socavan el fundamento del bienestar de los nativos”.

Me remonto al humor cáustico de Mark Twain: “Lo que hay son mentiras, malditas mentiras, y estadísticas”. Pero, si las estadísticas han revelado siempre la verdad, la opinión pública que cree lo contrario debe estar en la categoría de “mentiras y malditas mentiras”.

[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com.].

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