La gobiernos Federal y de la CDMX homenajearán al tlatoani Cuauhtémoc en el Zócalo. Se cumplen 500 años de ser desaparecido por Hernán Cortés
por México Desconocido
Este año se conmemoran 500 años de la muerte del huey tlatoani Cuauhtémoc, asesinado por Hernán Cortés, según algunas fuentes, el 28 de febrero de 1525 (otra fecha podría ser el 25). Por ello, como un hecho inédito en la historia, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció un homenaje a Cuauhtémoc en el Zócalo. Se espera se haga una recreación de la lucha entre españoles y mexicas. Además de este homenaje, recientemente el Senado de la República también recordó el valor del último huey tlatoani de México-Tenochtilán.
Para el primer evento conmemorativo de la muerte de Cuauhtémoc en el Zócalo, también antigua sede política de México-Tenochtitlán, se han colocado pantallas, sillas y gradas. Asimismo, se han realizado ensayos con docenas de personas, por lo que se espera que sea un evento con un gran cantidad de artistas en escena.
Conmemoración de Cuauhtémoc en el Zócalo, ¿cómo murió?
Cuauhtémoc, mejor dicho, Cuauhtemoctzin (la forma honorífica en náhuatl del nombre del tlatoani), fue capturado por Cortés y sus aliados el 13 de agosto de 1521. A razón de ello, el heroico señor de Mexico-Tenochtitlan rindió al fin la ciudad, tras tres meses de sitio. Posteriormente, el gobernante tenochca, junto al tlatoani de Tlacopan, fueron torturados para que confesaran donde había quedado el tesoro de Moctezuma Xocoyotzin, tras la batalla de la Noche Triste en 1520. Al ser bañados sus pies en aceite y abrasados por el fuego, Cuauhtémoc quedó tullido, tal como dejo constancia el médico español Cristóbal de Ojeda.
A pesar de lo sucedido, el joven tlatoani fue tratado con cierto respeto. Y es que Hernán Cortés necesitaba de su autoridad para imponer orden entre los mexicas y dialogar con los pueblos otrora sometidos a Tenochtitlan. A pesar de ser un gobernante cautivo del poder europeo, Cuauhtémoc intercedió constantemente a favor de su pueblo en los años posteriores a la conquista de la capital tenochca. Por si fuera poco, se negó a ser bautizado. Todo esto fue generando diversas inseguridades en el conquistador extremeño, quien empezó a temer una rebelión encabezada por el otrora señor de Tlatelolco.
La expedición a las Hibueras y la muerte del último tlatoani mexica
En 1524, Hernán Cortés organizó una expedición militar contra Cristóbal de Olid, quien le había traicionado. El destino fue la región de las Hibueras, la cual es actualmente Honduras. Para ello, se movilizó al frente de un enorme ejército donde, como era usual, la mayor parte de los efectivos eran los pueblos mesoamericanos sometidos. La cuestión es que en aquella ocasión, el grueso del contingente era mexica y en menor medida tlaxcalteca. Por ello iban sus capitanes principales, incluido el mismo huey tlatoani Cuauhtémoc. Además, con esto Cortés lograba alejar al noble tenochca de su ciudad, a fin evitar cualquier sublevación de su parte.
Al año de iniciar la campaña militar, Cortés recibió a un tal Mexicalcingo, quien le comunicó un supuesto complot que estaría preparando el señor de Tenochtitlan para alzarse contra los conquistadores. Ante esto, el capitán castellano decidió ejecutar a Cuauhtémoc. La decisión fue controvertida y cuestionada hasta por los españoles de la expedición. Al final, el joven tlatoani fue ahorcado junto al gobernante de Tlacopan, Tetlepanquetzal, de la rama de un ceiba. Antes de ello, se le bautizó y se le puso por nombre cristiano Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin. La cruenta muerte aconteció, según estimaciones, aproximadamente el 28 de febrero de 1525 en Itzamkanac, actualmente la región de El Tigre, en Campeche, al norte de la frontera con Guatemala.
Ultimo discurso del huey tlatoani
El último gobernante mexica fue ejecutado sin derecho a juicio por los invasores españoles, por lo que se convirtió en un símbolo de todos los mártires que vieron caer la cultura mexica. Atestiguando el fin de su cultura, el gran orador ofreció estas palabras:
«Nuestra sagrada energía ya tuvo a bien ocultarse, nuestro venerable sol ya dignamente desapareció su rostro, y en total obscuridad se dignó dejarnos. Ciertamente sabemos (que) otra vez se dignará volver, que otra vez tendrá a bien salir y nuevamente vendrá dignamente a alumbrarnos.»