viernes, marzo 29, 2024
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Una historia de la Regla Corporativa y Protesta Popular – Parte 4 y Final

NOTA DEL EDITOR:

 

Queridos lectores, ¿sabían que en realidad estamos gobernados por corporaciones y que nuestro país es una corporación y sus funcionarios (policía, ejército, tribunales, etc.) son realmente agentes de una corporación que están allí para servirme o servirles?
En el siguiente artículo, escrito hace algún tiempo por Richard Heinberg, descubrirán un pedazo de la historia al que, probablemente, no han estado expuestos durante su vida y su educación. Debido a su extensión, El Reportero lo publicará en partes. ESTA ES LA PARTE 4 Y FINAL DE UNA SERIE.

¿CAUSA DE ESPERANZA?

por Richard Heinberg

Estas circunstancias son, en sus detalles, inéditas; pero a grandes rasgos vemos la reedición de una historia que se remonta al inicio de la civilización. Aquellos que tienen poder están buscando las formas de protegerlo y expandirlo, y para que su poder aparezca como legitimado, necesario o invisible, de forma que la protesta popular parezca innecesaria o fútil. Si surge una protesta, los poderosos siempre tratan de desviar la ira lejos de ellos mismos. Los líderes del nuevo movimiento populista parecen tener una buena comprensión tanto de las circunstancias del momento como del legado histórico del que emergen estas circunstancias. Tal parece que se han dado cuenta de que, para tener éxito, el nuevo populismo tendrá que:
• eliminar su cooptación por los partidos políticos existentes;
• divisiones raciales de salud, clase y género y resistir activamente cualquier campaña de grupos sociales que han perdido poder (chivos expiatorios);
• dejar de ser identificado por una categoría ideológica –“comunista”, “socialista” o “anarquista” – contra la cual la mayoría del público ya está inoculada por la propanganda corporativa;
• discusión pública directa acerca del vínculo más vulnerable de la cadena del poder corporativo: las bases legales de la corporación;
• internacionalizar el movimiento de forma que las corporaciones no puedan socavarlo simplemente cambiando su base de operaciones de un país a otro.
Como lo señala Lawrence Goodwyn en su obra definitiva, The Populist Moment, los populistas originales estaban “intentando construir, en el marco del capitalismo norteamericano, una especie de mancomunidad cooperativa”. Este fue el “último intento sustancial de alteración estructural de las formas económicas jerárquicas en los Estados Unidos modernos”.
Al anunciar la formación de la Alianza por la Democracia, en un artículo del 14 de agosto de 1996 publicado en The Nation, el activista  Ronnie Dugger compiló una lista de sugestiones políticas que comprenden algunas de las principales demandas del nuevo movimiento populista. Éstas incluyen: prohibición de las contribuciones o cualquier otra actividad política de las corporaciones; seguridad social nacional con cobertura universal automática de paga única, duplicar el salario mínimo e indizarlo a la inflación; una política nacional de interés de tasa baja genérica, lo que implica la abolición del Sistema de la Reserva Federal; una reversión legal de la ley de la Corte que considere que las corporaciones son “personas”; establecimiento de una compañía pública nacional de petróleo; limitaciones de propiedad de periódicos, revistas, estaciones de radio y TV a una de cualquier tipo por persona o entidad propietaria, y reducción del gasto militar a la mitad.  Los nuevos populistas están, en palabras de Ronnie Dugger, “listos para renovar la fresca mirada de las corporaciones con una voluntad colectiva para devolver los poderes que nos han incautado”.
El nuevo populismo toma parte de su inspiración del trabajo del Programa de las Corporaciones, la Ley y la Democracia (POCLAD), un cuerpo de expertos populista que explora las bases legales del poder corporativo.  POCLAD cree que es posible controlar  –y, si es necesario, desmantelar–  las corporaciones mediante la modificación o revocación de sus cartas.
Debido a que las mayores corporaciones son de alcance transnacional, el nuevo populismo debe confrontar sus abusos globalmente. El Foro Internacional de la Globalización  (IFG)  fue fundado con este propósito en 1994, como una alianza de 60 activistas, académicos, economistas y escritores (incluyendo a Jerry Mander, Vandana Shiva, Richard Grossman, Ralph Nader, Helena Norberg-Hodge, Jeremy Rifkin y Kirkpatrick Sale), para estimular el nuevo pensamiento y la acción conjunta a lo largo de estas líneas.
En una declaración de posición elaborada en 1995, el Foro Internacional de la Globalización  asevera que “observa el comercio internacional y los acuerdos de inversión, incluyendo el GATT, la OMC, Maastrich y el TLC, en combinación con las políticas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, para ser estímulos directos de procesos que debilitan la democracia, crean un orden mundial controlado por las corporaciones transnacionales y devastan el mundo natural. El IFG estudiará, publicará y abogará activamente en oposición a la actual corriente hacia la globalización económica, y tratará de revertir su dirección. Simultáneamente, nos abocaremos a una economía mucho más diversificada y localmente controlada, basada en la comunidad. Creemos que las creación de un orden económico más equitativo –basado en los principios de diversidad, democracia, comunidad y sustentabilidad ecológica– requerirá nuevos acuerdos internacionales que coloquen las necesidades de la gente, las economías locales y el mundo natural arriba de los intereses de las corporaciones”.
Los líderes del nuevo populismo parecen darse cuenta de que el anticorporativismo no es una solución completa a los problemas del mundo; de que el enfoque inicial necesario en el poder corporativo debe finalmente ser enriquecido por una crítica más general del centralismo y de las tecnologías no sustentables, la economía monetaria y las estructuras gubernamentales del Estado-Nación, por esfuerzos para proteger las culturas y los ecosistemas tradicionales y por una renovación de la cultura y de la espiritualidad.
Sería absurdo subestimar los inmensos retos del nuevo populismo en la actual administración de Estados Unidos y del belicoso sentimiento público post-11 de septiembre difundido por los principales medios. No obstante, POCLAD, la Alianza para la Democracia y el IFG (junto con docenas de organizaciones de derechos humanos, ambientales y antibélicas en todo el mundo) brindan importantes puntos de encuentro para la autodefensa ciudadana contra la tiranía en sus más modernas, invisibles, efectivas e incluso seductivas formas.

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