viernes, abril 19, 2024
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¿Puede un bote evitar que Gonzales se hunda?

por José de la Isla

HOUSTON– Se pensaría que el Fiscal de la Nación, Alberto Gonzáles, ya hubiera tirado la toalla. Dos de sus empleados más importantes han renunciado, y el Congreso le exige más documentos, y su testimonio ante una audiencia del Senado se anticipa estalle cual fuegos artificiales.

¿Qué es lo que lo motiva? ¿Qué hay en el fondo?

Se le presiona dimitir tras la despedida de ocho fiscales de estado por motivos supuestamente políticos. No obstante, el problema de mayor invergadura es si se le engañó al Congreso sobre el motivo de las despedidas. Todo se desató cuando Monica Gooding, asesora legal del fiscal, dijo, mediante su propio abogado que acudiría a la Quinta Enmienda si se le solicitara testificar ante el Congreso.

Pronunciamientos como éste conllevan a dramas Constitucionales. El Congreso tiene el derecho irrecusable de supervisar administraciones presidenciales en cuanto a su conducta referente a los intereses del pueblo. Los empleados de la administración no tienen la autoridad de simplemente decirle al Congreso que vaya a freír monos. Esto tiene mayor razón de ser si se sospecha la intensión de encubrir la participación de la Casa Blanca.

A continuación Gooding renunció.

Esto viene después que el director del personal del Fiscal, Kyle Sampson, tras renunciar, le dijera al Comité Judicial del Senado que, “No me parece que la aseveración del fiscal que no tuvo parte en ninguna de las discusiones sobre la despedida de los fiscales estatales haya sido precisa”.

Caramba, tamaña admisión. Ahora es cuando el público debería ponerse menos frívolo en cuanto a lo partidario del individuo y empiece a pensar en la nación.

Pero no falta nunca que los payasos metan la pata y desvíen la atención hacia lo apropiado.

El locutor de radio, Don Imus, en un programa reciente puso a su ogro del micrófono a imitar a Gonzáles con un acento cubano. El fiscal de la nación habla con un claro acento del este de Texas.

De nuevo, el problema es de envergadura nacional, no de predisponer al público, como lo hizo Keith Olbermann en la cadena por cable MSNBC. Ningún experto de verdad en ese programa detuvo a James Moore, autor del libro, “Bush’s Brain” (El cerebro de Bush) cuando quiso llevar a la deriva al público vidente al pintar a Gonzáles como un Don Nadie antes de conocer a Bush.

De nuevo, equivocado. El graduado de la escuela de derecho de Harvard se hizo socio principal de un bufete prestigioso, Vincent and Elkins. Y, sí, es cierto, con Bush se hizo Secretario de Estado de Texas, y fue electo a un cargo a nivel estatal después que fuera nombrado al Tribunal Supremo del Estado.

La manera más rápida de evitar la inminente confrontación entre la rama ejecutiva y la legislativa es que Gonzáles dimita. Sin embargo, yo espero que no lo haga, al menos hasta que el Congreso no haya llegado al fondo del modo de operar de esta administración.

Se sugiere que las despedidas de los fiscales de estado comparte una extraña similitud con cómo se desenvolvieron los protocolos de tortura y las políticas de espionaje doméstico. Gonzáles tuvo mano en ambos. Pero son las huellas de los empleados, no las suyas, las que poblan los escritos.

El biógrafo, Bill Minutaglio, dijo de Gonzáles en su libro, “The President’s Counselor”, que “No es que fuera un asesino silente; era más un facilitador y presencia calmada”.

Así se describe, y describe a su manera de operar, aun su defensa en este momento.

Al ser aconsejado a pasar su tiempo en Washington en busca de amigos políticos, Gonzáles optó por ir a Houston, a estar cerca de la familia y de sus viejos amigos. Apareció como invitado sin ser anunciado en un almuerzo amigable de la Cámara de Comercio Hispana de Houston el 28 de marzo.

Entre los mil invitados se encontraba una mujer de negocios, Dalia Moreno Groh. “Se podía oír los suspiros” en el salón, recontó, en particular después que Gonzáles reconociera que vuelve “a transitar otro camino lleno de baches”.

Este público sabe que existen contradicciones. Una es la forma en que lo han caracterizado como persona. La otra es la resistencia que presenta la administración a ser más abierta y a asumir más responsabilidad ante el público.

Gonzáles, como nunca de manera suelta le dijo al público que cuando era Cub Scout, una tarea que le asignaron fue construir un barco. Decidió cavarlo del tronco de un árbol. Claramente era una tarea formidable para un niño pequeño. En lo que se dedicaba y se dedicaba a hacerlo, su padre le daba ánimos.

“Tiene que funcionar”, recuerda haber oído.

Como abogado del presidente y fiscal del pueblo, Gonzáles tiene que servir a intereses contradictorios. Cómo fue que hizo inclinar el equilibrio de la justicia y el dar a conocer por entero su participación son el tema del día. Eso también tiene que funcionar.

(José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003) redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com. © 2007).

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