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¿Limpieza étnica en nuestro Estados Unidos?

por José de la Isla

José de la IslaJosé de la Isla

HOUSTON – Durante un recorrido a través del país hace tres décadas, visité el museo del condado de Jackson, en el estado de Oregon. Recuerdo una exhibición en particular que trataba sobre la comunidad china en ese lugar.

Una tarjeta junto a la exhibición pedía disculpas por el desplazamiento forzado y la cohibición de sus ciudadanos chinos.  Aquella comunidad reconoció las actitudes y comportamientos racistas de fines del siglo XIX, que luego entraron en vigor de ley con la Ley de Exclusión China de 1882.

En esta parte de Oregon los chinos rápidamente suplantaban a los mineros blancos.  Con frecuencia los chinos obraban en minas ya agotadas que les habían vendido los mineros blancos, mientras que algunos obraban en minas desiertas después que se agotara el oro fácil de obtener. Lo que pareciera haber importado era el número de chinos.

Las actitudes locales se volvieron ásperas, luego severas, hasta llegar a ser asesinas. El editor del periódico Jacksonville Oregon Sentinel reflejó las actitudes de los blancos de 1866: «Esta gente no trae nada a nuestras orillas, ni agregan nada a la riqueza permanente de este país».

As como los inmigrantes de la clase obrera hoy, durante la década de los 1870, los obreros chinos en el suroeste de Oregon trabajaban en las lavanderías, como embaladores y cocineros.

El condado de Jackson tenía grandes números de chinos durante el auge de los años de minería, aunque seguían siendo mayoría abrumante los blancos. En 1870 el condado contaba con 4.778 residentes, de los cuales 634 eran chinos. En 1900, con una población de 13.698, el condado retenía a sólo 43 residentes chinos.

Desde la costa del Pacífico, hasta las montañas Rocky, miles de chinos fueron «apiñados con violencia en vagones del ferrocarril, en buques de vapor, o en almadías, obligados a salir del pueblo o asesinados», explica Jean Pfaelzer en su nuevo libro, «Driven Out: The Forgotten War Against Chinese Americans».

Si no es guerra, ¿qué lo llamamos? ¿Un pogrom? ¿Limpieza étnica?

Los chinos tenían una historia extraordinaria de respuesta a la persecución con boicoteos, peticiones, juicios y exigencias de reparaciones. Lo que se conoce menos, pero que es de extrema importancia, es que ganaron 7.000 juicios contra la persecución después de entrar en vigor la Ley de Exclusión China de 1882.

En un caso judicial, Wing Hing versus la Ciudad de Eureka (California), 53 hombres y mujeres chinos aseveraron que la ciudad tenía la obligación de proteger a sus residentes, y exigieron reparaciones y compensación económica por la violencia que los desplazó en 1885.

Lo que ocurrió entonces debería ser historia de cautela para nosotros hoy. Nos debería hacer recordar las palabras del filósofo George Santayana: «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo».

Con dar la lucha mediante las cortes, los inmigrantes indocumentados, enfrentados con persecuciones similares, estilo pogrom, ganaron un juicio este mes contra Hazelton, Pennsylvania, un pueblo 100 millas al norte de Philadelphia.  Juez distrital estadounidense James Munley rechazó por no ser constitucional la ley local diseñada a poner multas en las empresas que contratan a inmigrantes indocumentados y que penaliza a los caseros que les alquilan vivienda.

La regulación es un golpe a leyes similares aprobadas en otros pueblos y ciudades por todo el país. El intento de desplazar a los residentes no funcionó porque el proceso legal mostró que estas medidas no son consistentes con «la manera de los Estados Unidos».

En otros lugares, la violencia contra los inmigrantes parece haber aumentado en meses recientes. En San Diego, miembros de la milicia Minuteman acosaron a inmigrantes latinos y activistas en pro de los derechos humanos. Miembro de la milicia, Kiani García, le roció un químico al rostro de un hombre durante una confrontación violenta a las afueras de un centro laboral de una iglesia católica. En Kentucky, dos miembros convictos del grupo Klan le dieron una golpiza salvaje a un niño descendiente de panameños en una feria de condado. El Southern Poverty Law Center (SPLC) entabló un juicio por parte de la víctima.

El SPLC ha documentado un incremento del 40 por ciento en grupos de odio desde el 2000, alimentado por el furor contra los inmigrantes, cuyo blanco son mayormente latinos.

No podemos esperar 120 años, como en el caso de los chinos, para que lo que esto implica sea prioridad en nuestro pensamiento. Las comunidades que odian surgen cuando se tolera las acciones realizadas por odio.

A George Santayana se le conoce no sólo por la frase que nos advierte sobre repetir nuestros errores. También escribió, «Nuestro carácter es presagio de nuestro destino».

Tenemos que rectificar nuestros errores.

[José de la Isla, autor de «The Rise of Hispanic Political Power» (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. c 2007

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