sábado, abril 20, 2024
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Documentos revelan que la Fundación Rockefeller se involucró en control mental

por Jurriaan Maessen

A partir de material de archivo de 1940 en adelante, se hizo evidente que la Fundación Rockefeller ha nutrido fanáticamente investigación de técnicas de lavado de cerebro durante cuatro décadas para inducir el miedo en las masas.
En una serie de donaciones generosas en las décadas de 1940 y 1950, dirigidas al profesor Carl I. Hovland de la Universidad de Yale, la Fundación financió activamente investigación de “los mecanismos psicológicos a través de los cuales las comunicaciones ejercen influencia”.

El principal tema de la investigación trata la cuestión de “cómo el individuo  maneja la confusión de ideas conflictivas con las cuales es constantemente bombardeado; cómo las ‘ilusiones’ y las bases emocionales afectan el juicio; y si el proceso de juicio es transferido de una situación a otra, son algunos de los problemas de estudio”, leemos en el reporte anual Rockefeller de 1954.
Además de dirigir investigación sobre cambios de conductas y actitudes de los grupos, Hovland también forma parte del personal de ciencias sociales de la Fundación Rockefeller. Asimismo, el profesor estuvo fuertemente involucrado en otras ramas del establishment anglo-americano. En el estudio Orígenes de la investigación sobre comunicación masiva durante la Guerra Fría norteamericana, el autor Timothy Glander explica:
“[…] Hovland adopta posturas clave sobre algunas grandes instituciones nacionales, incluido el Instituto de Investigación de Recursos Humanos de la Fuerza Aérea, la Fundación Ford, la Fundación Rockefeller, la Oficina del Jefe de Personal de la Fuerza Aérea de U.S. y sin duda participó en la determinación de las agendas de investigación que estas organizaciones impulsaron”.
Ya en 1948 la Fundación estaba canalizando dinero a Hovland y su equipo. En el reporte de 1948 los autores subrayan las razones detrás de las donaciones:
“Un entendimiento del cambio de actitud y de comunicación es importante para nuestro sistema educativo, para aquellos que dirigen grandes organizaciones y para a quienes conciernen la opinión y el comportamiento políticos. El conocimiento más confiable de cómo puede lograrse la comunicación efectiva en las áreas de actitud y opinión es esencial […]”
En los tiempos de la Guerra Fría, la propaganda era a menudo descaradamente obvia para el acostumbrado-a-la-libertad occidental, que era fácilmente identificable como tal. La Fundación Rockefeller comprendió que el pueblo norteamericano necesitaba ser sometido a formas más sofisticadas de manipulación si el empuje gradual del gobierno global iba a ser vendido efectivamente en las décadas por venir. Un reporte de 1954 explica:
“Aunque se cree firmemente que el cine, la televisión y los cómics contribuyen a un aumento de la delincuencia juvenil en este país, estos y otros medios de comunicación masiva parecen ser mucho menos efectivos cuando son aplicados al fin deseable de promover la buena ciudadanía, o una ideología democrática positiva en la ‘guerra fría’”.
“Buena ciudadanía”. Una frase que podría enfriar la fibra misma de cualquier individuo amante de la libertad.
“[…] se teme que los medios de comunicación masiva soviéticos difundan con efectividad la propaganda comunista, tanto tras la cortina de hierro como en los países neutrales. En un  esfuerzo de arrojar luz sobre esta anomalía y de ayudar al desarrollo de principios científicos que gobiernen la efectividad de los medios masivos, la Fundación Rockefeller ha continuado su apoyo al Programa de Investigación de Comunicaciones en la Universidad de Yale, con una donación franca de $200,000”.
En 1954, 200,000 dólares eran una suma excepcional de dinero. Esta donación sustanciosa es sólo un ejemplo entre muchos mediante los cuales la Fundación Rockefeller direccionó sumas de dinero hacia científicos sociales para refinar y perfeccionar el arte del adoctrinamiento. Uno de los resultados de sus estudios fue que el temor, sea inducido o de otra forma, hace a la persona una víctima voluntaria de la elite. El sitio web changingminds.org brinda un resumen adecuado de los hallazgos del profesor Hovland:
“No es necesario causar dolor para crear miedo. La corteza frontal humana tiene la función primaria de pensar sobre el futuro. Tenemos la capacidad de imaginar qué podría pasar y de experimentar emociones anticipatorias. Está probado que esto ha sido útil en nuestra evolución, pero también puede causar problemas debido a que el miedo anticipado de cosas que probablemente no ocurran causa estrés y permite a otros persuadirnos”.
La fase de estudio ha evolucionado mucho en la fase de implementación. A mediados de los años setenta la Fundación ya estaba ocupada comprando reporteros y financiando la existencia de imperios mediáticos. Incluso entonces,  el “cambio climático” era promovido activamente como trágico resultado de la intromisión humana en los asuntos de la madre Tierra. Los alimentos transgénicos ya se estaban impulsando como una cura para remediar todas las enfermedades. Ello estaba imponiendo las respuestas basadas en la emoción como lo observó Hovland en la práctica. El Pockefeller Foundation Journal de 1974 reporta:
“Se invitó a algunos editores de ciencia a participar en las reuniones de la Fundación sobre cambio climático, producción de alimentos y conflicto interestatal, resistencia genética de las plantas a los pesticidas y acuacultura. Subsecuentemente aparecían noticias a primera página del New York Times, y Associated Press envió importantes noticias que fueron ampliamente utilizadas. En cada caso, los escritores eran presentados con nuestras autoridades del programa y eran impulsados para utilizarlos como personas de recursos. (Hoy, de hecho, ellos son llamados por los periodistas, particularmente en áreas de gran interés noticioso como producción de alimentos, problemas de población, temas ambientales, y las letras.)”.
En algunas ocasiones, y en distintas publicaciones a través de su largo y sórdido pasado, la Fundación Rockefeller se jacta abiertamente de usar a las grandes figuras de los medios para sus propios propósitos. En ninguno de estos casos la RF menciona problemas con ninguno de los magnates de los medios con quienes tuvo contacto. En el reporte anual de 1974, se menciona a Bill Moyers como uno de los beneficiarios de información diseminada por la Fundación.
“En la preparación de su notoria serie de 25 partes sobre la situación alimentaria mundial, los reporteros del New York Times captaron el mensaje y establecieron fructíferas relaciones con algunos de nuestros oficiales. Nuestro personal ha provisto información sustantiva y contactos futuros para Bill Moyers en su serie televisiva acerca de la interdependencia global. Ésta es sólo una de las muchas relaciones productivas que hemos establecido con representantes de los medios de comunicación”.
Para vender al público el gobierno global, la investigación del profesor Hovland ha probado ser invaluable. Como se ve, las técnicas son fanáticamente aplicadas hasta el día de hoy. Consideremos la máquina de belicismo que el establishment angloamericano pone en marcha tan pronto como percibe objetivos geopolíticos. En la Parte II de esta investigación vamos a ahondar a otra dimensión de la investigación del profesor Hovland que está en el centro de todas las comunicaciones masivas: la influencia del cine y la música en la mente subconsciente, dirigida tanto al individuo como a las masas.

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