jueves, marzo 28, 2024
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Comentario: ¿Qué viene después del colapso del proyecto de inmigración?

por Javier Rodríguez

La reciente propuesta de inmigración que fracasó en el Senado y la única que espera ser abordada en la cámara baja, el Acta Strive, no son reformas ni pro-inmigrantes ni pro-trabajadores.

Ambas quedaron cortas en cuanto a los estándares de derechos humanos establecidos por el Convenio Internacional para la Protección de Trabajadores Inmigrantes de Naciones Unidas.

Bajo ambas propuestas, la legalización que se ofrece es un proceso tortuoso y caro, que implica entre 10 y 15 años de espera para la codiciada «tarjeta verde». Combinado con un programa de trabajador invitado, la destrucción del concepto de unidad familiar por un sistema de puntaje y, por supuesto, el llamado marco nacional de seguridad, que pone en peligro los estándares civiles y humanos, hace de la persecución masiva y la criminalización de inmigrantes algo apetecible.

Las dos propuestas son legislaciones corporativas emblemáticas, que de ser aprobadas suspenderán los derechos básicos humanos de los inmigrantes indocumentados, dejándolos brutalmente explotables.

Ahora más que nunca, pasa a primera plana el desafío de lo que se debe hacer.

Tanto la gente como sus fuerzas organizadas conforman la mesa de negociación o contraataque.

En la base, los millones de inmigrantes están en un dilema.

Pero para el futuro de la unidad de la familia y los millones más que vendrán, el bienestar de la clase trabajadora de esta nación y nuestros derechos civiles y humanos como sociedad, las apuestas son altas. El resultado pavimentará el camino para un mayor o menor estándar de vida para los años que vienen.

Los defensores del proyecto que fracasó en el Senado han dicho que, aunque las propuestas no son perfectas para “arreglar” el débil sistema de inmigración bajo las condiciones actuales, “es lo mejor que podemos obtener”. Además, tenía que suceder este año porque se avecina la campaña presidencial y no habrá otra oportunidad en años.

Es imperativo mirar la historia. Desde 1982 a 1986, hasta que el Presidente Ronald Reagan firmó la ley de aministía, las masas de inmigrantes indocumentados, entonces estimados en seis millones, se organizaron y demostraron militancia.

Montamos el esfuerzo masivo por la aministía en la histórica campaña «Jesse Jackson para Presidente” en 1984. Fue esta campaña a través de la primaria Demócrata de California, la que yo dirigí en la comunidad latina.

10,000 PERSONAS SE REÚNEN EN EL CENTRO DE L.A.

El 19 de mayo de ese año realizamos la protesta callejera más grande hasta entonces en pro de los derechos de inmigración, que reunió a 10,000 personas en el centro de Los Ángeles.

La lideraron Jackson y mi hermano Antonio Rodríguez. Era a favor de la inmigración y contra las redadas o deportaciones y contra el proyecto de inmigración Simpson-Mazzoli.

Como parte de una estrategia, Jackson se quedó en el hogar de Carmen Lima, una inmigrante indocumentada líder del movimiento de Los Ángeles.

Fue una movida radical y altamente simbólica por parte del más alto líder afro-norteamericano del momento.



Desde ahí nos catapultamos hacia la Convención Nacional Demócrata de San Francisco, donde varios cientos de delegados latinos exigieron a los líderes terminar con el proyecto.

Pero lo que completó el panorama fue la desobediencia civil.

Las oficinas de los gurús más importantes del Partido Demócrata, la firma legal Mannat y Asociados en Beverly Hills, fueron tomadas por 30 inmigrantes indocumentados y líderes durante varios días.

Se terminó con el proyecto Simpson-Mazzoli y éste fue reemplazado por lRCA 1986, la ley Simpson Rodino.

Aunque ésta introducía sanciones a los empleadores y establecía cuatro años de residencia en el país para calificar, era una amnistía generosa. A millones de personas les daba un “permiso para trabajar, una espera de un año para obtener la tarjeta verde y un total de seis para obtener la ciudadanía y votar”.

Primero fue la demanda de acción colectiva, luego la masa se levantó, las calles hirvieron, la campaña presidencial, la desobediencia civil, las tácticas militantes y un liderazgo radical lo lograron. El resto es historia.

En esta potencial última etapa de la lucha actual por el potenciamiento de millones de trabajadores indocumentados, las condiciones para un contraataque más creativo tienen que ser analizadas y, lógicamente, puestas en práctica.

EN 2006 SE HIZO HISTORIA

En 2006, se hizo historia con el mayor movimiento masivo en la historia de este país. La gran lucha actual para la reforma a la inmigración es rica en sus expresiones políticas y organizativas y en su legado.

El movimiento de derechos de los inmigrantes y el trabajador inmigrante han generado respeto y solidaridad, no solamente aquí, sino a nivel mundial. Únicamente en Los Ángeles, el Gran Boicot Nacional Americano del 1 de mayo, detuvo el 75 por ciento de la producción en casi todas las industrias donde la mano de obra latina era clave.

Las más recientes encuestas indican que la mayoría apoya la legalización. Los millones de personas que marcharon en 2006 y 2007 lo hicieron para exigir estabilidad y no acercarse a la esclavitud.

DEBEMOS PRESIONAR LOS BOTONES CORRECTOS

Debemos presionar los botones correctos. Establecer las redes de fuerza en los blancos escogidos, que podrían dar un resultado político premium que esencialmente obligará a que las estructuras políticas lo concedan.

Todos los blancos en la arena política son un juego justo, incluyendo los Republicanos, Demócratas y las Estructuras Latinas y los agentes. Las técnicas fundamentales de la expresión masiva incluyen demostraciones callejeras, boicots y desobediencia civil que existe en nuestra memoria política e historia. Hispanic Link.

 (El estratega político Javier Rodríguez inició la protesta masiva digital de 1.7 millones el 25 de marzo de 2006 en Los Angeles. Escríbale a  jrodhdztf@hotmail.com)

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